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La columna de hoy es un ejercicio sobre la incomodidad, un texto escrito fuera de todas mis zonas de confort. Dice algo como:
“Uno pensaría que pasados los treintas es fácil dejar de sentir que sos todo eso que alguna vez te dio vergüenza ser, pero supongo que el cuerpo recuerda. Quizás entonces esa zona de confort de olvido que intenté crear, escribiendo sin mi apellido real, alejándome en su momento de los lugares que había sabido frecuentar, no sirve de mucho. Quizás la forma de sentirme cómoda, no solo como la adulta que fui sino como la adolescente que hubiese preferido no ser, es recordar, y dejar que me recuerden.”
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