Ilustración: Juliana Zabala
La patria es el otro
Por si no me reconocen con este sombrero nuevo, soy Juana. Bienvenidos a este espacio nuevo y renovado donde somos muchos y nos conocemos mucho más. Este es el primer newsletter mensual que enviamos pero hace algunas semanas que estuve escribiendo semanalmente para suscriptores pagos y debo decir que es hermoso ver como se puede interactuar por Substack.
Hoy vamos a hablar de un tema importante: la conexión. La conexión entre nosotros y la conexión con el arte. La conexión en épocas tan desconectadas.
Nuestro mundo no tiene bandera. Yo estoy en Londres, vaya uno a saber dónde están ustedes. Nuestra patria somos, al final del día, nosotros. Mi patria son mis alumnos que ya son amigos, las personas que se sumaron al desafío de 15 días de escritura que hicimos (pueden chusmear las consignas por acá), los que se suscribieron al newsletter semanal y terminaron escribiendo una carta de amor después de la última edición en la que hablé sobre el tema. Nuestro mundo es nuestro, existe donde sea que estemos, y existe, justamente, porque estamos. Por eso, hoy no voy a tomar el protagonismo, sino que voy a hacerlos brillar a ellos, mis alumnos que tanto me enseñaron en su camino del aprendizaje.
¿Querés conocer nuestra casa vieja y leer los newsletters anteriores? Pasá por acá.
Eso
Como les dije, no me toca hablar a mí hoy. Por eso, sin más vueltas, acá está lo que algunos de los alumnos del taller tienen para decir sobre la escritura y la creatividad.
Juan Ignacio Orlievsky
Bajar el volumen de las malas noticias y la incertidumbre para concentrarme mejor en lo que me gusta: eso es lo que me representó la escritura en este último tiempo.
Me siento un privilegiado, no solo de tener el momento, sino también de haber encontrado semejante herramienta que permite construir una historia en otro mundo, otro contexto, brindándole otra energía. Es un pasatiempo, pero a su vez (por suerte), una labor completa. Donde se deja de ser uno mismo para ponerse en otro que hace media hora no existía y que se encuentra ocupado en otra cosa. Quién pudiera… Nosotros podemos. Unos días más que otros, pero la escritura nos entiende. Siempre se acomoda a la perfección. Tiene la virtud como pocas cosas de entender por completo nuestros sentimientos. A veces representándolos en un papel y otras borrándolas por completo.
Escribir se volvió en este año mi atajo a poder llevar lo que siento a buen puerto, sintiéndome representado como nunca y en el momento que más lo necesitaba. Sólo me queda agradecerle.
Nati Dubicki
Empecé de chiquita escribiendo cuentos, poemas, canciones. Me encantaba sumergirme en mi imaginación e inventar mis propios relatos. Con el tiempo ese entusiasmo se redujo a ensayos bonitos para la facultad y textos verborrágicos con los que me desahogaba. Sin embargo, nunca dejé de consumir palabras de cualquier tipo.
Hace unos años, cuando era una adolescente que, al igual que la mayoría, buscaba cosas con las que identificarse, me encontré con esta frase de Galeano: “Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias”. Me pareció muy poderoso el concepto de estar hechos de historias, así que lo escribí en un cartel y lo pegué en mi biblioteca. En ese momento sentía que resumía muchas cosas de las que sentía: el amor por las canciones, por las películas, por los libros, por los recuerdos, por las anécdotas. Hasta hoy sigue siendo una especie de lema para mí.
En un confuso momento en que me anoté al taller de Escritura Creativa para sembrar frutos en mi composición de canciones, volví a escribir ficción. Me acuerdo de escribir mi primer cuento y tirar en la clase “escribir es como leer al revés”, como si fuera una gran revelación. Y en realidad lo fue. Volví a tejer con palabras, a plasmar el gran mundo que existía en mi cabeza y también descubrirme en el proceso.
Estamos hechos de historias y, como dijo Juani en algún newsletter, nosotros elegimos qué historia contar de nosotros mismos. Cuando pienso en la mía, está incluido verme creando algo que me trascienda. Para vivir un rato en fantasías, para desahogarme, para tratar de entender algo, para transmitir un mensaje, para sacarle provecho a las heridas, para hacer algo bello. Para ser la mejor versión de mí misma, escribo.
Pueden escuchar la música de Nati por acá.
Victoria Mac Clay
La escritura me salva a diario. Puede parecer una exageración pero no lo es. No sé si fue la influencia de mi mamá maestra o haber heredado a los cuatro años las historietas de Mafalda pero desde que soy chica siempre encontré un refugio en las palabras, un pequeño hogar en ellas cuando sentía que el afuera se desmoronaba. Y esto lo comprobé mucho más desde el año pasado con la pandemia, donde la incertidumbre arrasaba (arrasa) con todo y en donde yo, particularmente, me encontraba en un contexto no muy favorable: totalmente desempleada sin saber qué hacer con mi vida. Automáticamente me volví a los libros y a las palabras.
¿Qué puedo decir de quién soy yo ahora a diferencia del año pasado? Seguramente hayan cambiado muchas cosas, cosas que hasta el día de hoy no puedo todavía poner en palabras pero sí aprendí algo: yo también puedo ser escritora. Desde hacía algunos años que fantaseaba con la idea de que yo también tenía algo para decir. Y poder llegar a esa conclusión, siendo una persona insegura que se vive poniendo en duda es un gran avance. Ahora bien ¿llamarme escritora? Escritora es Pizarnik. ¿Yo me voy a llamar escritora? ¿De verdad voy a tener ese tupé? Bueno, a veces para llegar ciertas iluminaciones necesitamos la mano de otra persona. Y esa mano me la dio una desconocida a quien hoy puedo llamar amiga. Ella fue quien me hizo creer con sólo escribir quince minutos al día y escribir desde un lugar honesto, basta y sobra para sentirnos escritoras y que nadie (ni incluso yo misma) nos puede juzgar por eso.
También me enseñó a contemplar. Vivía constantemente mirando pero ¿contemplar? Observar detenidamente es distinto. Gracias a eso me di cuenta de otra verdad: alrededor mío está lleno de inspiración. Estamos rodeados de personas que tranquilamente pueden ser un personaje de un cuento o novela (“todos somos un estereotipo y está bien que así sea” anoté varias veces en mi cuaderno); cualquier situación puede volverse narrable y se los digo yo que armé una historia con Guido Kazca.
Aprender a mirar es algo que me dio la escritura pero que me sirve para la vida misma (porque en definitiva no son cosas que vayan separado el escribir y el vivir) es como si de a poco todo volviera a recobrar sentido, como si pudiera ver todo de una forma un poco más mágica.
En fin, poder llamarme escritora y saber que todo puede volverse una historia. Esas son las cosas que la Vicky del año pasado no sabía. A veces me cuesta creer en el destino o en el porqué de las cosas, quizás me esté volviendo medio escéptica, pero cuando la vida nos hace encontrarnos con personas como Juana, siento que es un guiño de alguien que me dice “no estás sola, ahora te tenés a vos y a tus palabras”.
Sara Sammartino
(Como siempre, cuando escribe Sara, sugerimos un soundtrack a este texto por acá)
Para nosotros, los cobardes, el mundo es enorme y aterrador por el simple hecho de que hay mucho por hacer pero aún más para decidir, entonces tendemos a quedarnos quietos, estáticos. El mundo de los cobardes es chiquito, cabe en la palma de la mano, es todo lo que podemos agarrar. Es cómodo y silencioso, pero también muy aburrido. Más que todo lo anterior: es solitario. Es por eso que algunas veces la soledad pesa, el aburrimiento nos atropella y todo lo que los cobardes tememos se hace realidad: no podemos quedarnos más quietos, no podemos estar más solos. Hace un año, ya sin nada por hacer, sintiendo que me iba a aburrir para siempre, en un rapto de valentía, le contesté una historia a una desconocida diciendo que quería estar en su nuevo taller. Y desde ese día, en el que fui un poco menos cobarde, todo cambió para siempre.
Como buena cobarde, antes escribía desde la comodidad, para otros pero nunca para mí. Para que otros vean que podía hacerlo pero que igual no lo hacía mucho, que tenía cosas para decir aún cuando parecía que no decía nada. Escribía para animarme a sentir cosas que mi cobardía no me dejaba vivir, para atravesar mundos que jamás podría cruzar. Para animar a otros a vivir. Hasta que pasó Juana y me dijo que todo muy lindo pero que vaya un poco más lejos. Hasta que pasaron las Juaniters y me mostraron que con mis palabras pasan cosas cuando me animo a escribirlas de verdad. Hasta que me animé a hablarme a mi misma, a alentarme, desde mi cobardía disminuida, a avanzar, a cambiarlo todo. Primero a mí y después a todo lo que le sigue. Porque he aquí mi secreto muy mal guardado: para ser tan cobarde como soy, nunca entendimos por qué tengo tantas ganas de cambiar el mundo. Hasta abril del año pasado no sabía cómo hacerlo y hace poco lo entendí: escribiendo. Gracias al taller descubrí que voy a cambiar primero mi mundo para después cambiar todos los demás.
No tengo idea de cómo se cambia el mundo, pero creo que es por acá: en las risas por zoom, en los mensajes de aliento en la cantidad de grupos que compartimos, en los memes que todos entendemos, en la sensación de estar en familia, en las recomendaciones a diario, en los abrazos virtuales cuando todo duele, en los feedback que nos hacen crecer, en un cuaderno que está viajando por el mundo, en una búsqueda del tesoro que nos va a unir. En la alegría de estar juntos, en las ganas compartidas de crear, de creer y de crecer. No sé si alguien sabe cómo cambiar el mundo y hacerlo mejor pero no quedan dudas de que tiene que ser así, con mucha gente como nosotros queriendo ser mejores, queriendo estar juntos, queriendo escribir la historia un personaje a la vez. Al menos mi mundo ya cambió, eso no puede ser poco. Eso ya es un montón.
¿Quieren convertirse en parte de esta familia de desconocidos que ahora comparten una vida? Pueden conocer las distintas opciones acá.
Ellos
De vuelta, y sin más vueltas, les traigo a mis alumnas talentosas a hablar un poco sobre su proceso para crear personajes.
Julieta Giri
Cuando estamos en una relación, nos consideramos buenos compañeros porque damos lo que esperamos recibir y, como la literatura no es más que poner vidas sobre un papel, para ser buenos escritores tenemos que conseguir escribir lo que nos gusta leer. Me gustan los personajes complejos y busco que los míos lo sean, porque eso es lo que los hace reales y deja en el aire la duda de si su existencia es meramente ficticia.
Mi escritor favorito es Carlos Ruiz Zafón, pero es fácil trazar una línea entre sus personajes y agruparlos en los que están del lado del bien y los que están del lado del mal. Esas son las historias que te llenan el corazón y, como me gusta que me llenen el corazón, lo admiro y celebro cada una de las oraciones que dejó plasmadas en tinta. La cuestión está en que a veces no necesitamos pensar en una vida mejor y más emocionante que la nuestra, sino en reconciliarnos con la que tenemos, con lo que somos y con las luces y las sombras que tenemos adentro.
Busco que mis personajes no sean inherentemente buenos y malos, me gusta darles la oportunidad de equivocarse, de que el lector los odie, los ame, los compadezca y aborrezca por igual. El Heathcliff bruto y tosco de Brontë, el rebelde y mal hablado Holden Caulfield de Salinger, el Sherlock analítico y a veces poco empático de Conan Doyle, todos estos personajes se ganan los corazones de los lectores, no por estar llenos de virtud, sino por poder encontrar la virtud en una existencia llena de defectos.
Por eso, mi consejo a la hora de caracterizar un personaje es: déjenlo ser. Si se oponen a que aflore su verdadera esencia van a obtener una escritura pobre, no por ser malos escritores, sino por querer perfeccionar algo que no necesita ser perfecto, sino humano. A veces pecamos de egocéntricos y buscamos escribir para alguna deidad misteriosa que va a encontrar la forma de alabarnos por nuestra maravillosa capacidad y olvidamos que los receptores de nuestras palabras son seres de carne y hueso que buscan empatizar con los seres de tinta que nosotros creamos. Escuchen a sus personajes, déjenlos hablar y contar su historia, porque si no tienen nada para contar, entonces es hora de pasar a otro que nos pueda dar algo más interesante.
Sobre ser honesta - Sofía Correia
Escribo esto en pijama. Lo sabrían si al menos hubieran venido a mi casa una vez. Ahora que lo dije me conocen un poco. Para mí, “construir” personajes se trata de conocerlos un poco. Cuanto más, mejor siento que hice mi trabajo. Si creo que estoy inventándoles una vestimenta o una cualidad, freno los días necesarios y pienso, porque no me gusta mentir. Aspiro a ser una persona honesta. De hecho, estoy tan obsesionada con la verdad que por mucho tiempo eso me contuvo de escribir ficción. Pero mi pijama y mi honestidad no le alcanzarían a ningún escritor para meterme en una historia. Conocer a alguien es saber no sólo cómo hace lo que hace sino lo que haría en caso de. Y esta obviedad no es una revelación, es un recordatorio.
Pienso, por ejemplo, en mi mamá, la persona con la que más horas pasé en mi vida, también a la que más quiero. Sé lo que está haciendo ahora y podría escribir con su voz si me lo propongo y lo trabajo. Narraría una historia en la que se sienta a trabajar y se distrae cinco veces por hora y se le enfría y se le tapa el mate, que al final de la tarde va a quedar lleno y sin tomar, con los palitos amarillos flotando. Eso sería fácil para mí porque la conozco, pero no me alcanza.
Si pongo a mi mamá, por ejemplo, a discutir con el novio que le acabo de inventar, no podría evitar entrometerme para suavizar su enojo o hacer que la situación devenga en algo divertido, porque me duele a la vez que me irrita ver cómo se le crispan las cejas, escuchar la firmeza con la que eleva el tono de voz sobre el de la otra persona. A lo mejor pierde la contienda aún teniendo razón, y eso tampoco me gustaría, por una cuestión de principios y porque no quiero verla sufrir. Además, en el fondo soy una niña chiquita y un poco de vergüenza me daría presenciar el escándalo. Ya dije que conozco a mi mamá, no dudo en imaginar cómo reaccionaría si su nuevo novio la ofende, pero eso, aunque sea mucho, no me alcanza para escribirla en una historia genuina. También tengo que salirme yo.
Me cuesta llegar, voy lento, pero por eso escribo: para encontrar la comunión entre hecho y personaje. Es placentero el momento de armonía en el que, después de pensarlo quizás durante meses, encuentro el gesto o la respuesta que mi personaje daría. También es divertido buscarlo. Lo hago constantemente, mi mente tiene un espacio reservado para trabajar en eso aunque esté haciendo otras cosas. Y cuando llego, casi siempre me doy cuenta de que no lo estaba queriendo ver, de que le estaba endosando mi juicio personal, o incluso mi juicio literario, porque aborrezco los finales melosos con moraleja pero alguna vez tuve que sacrificar eso para que la historia diga la verdad. No permitiría que una persona equivocada gane una discusión en mi presencia. Ni encubriría su mentira. Pero yo aspiro a ser una persona honesta, y de alguna manera eso se contradice con delatarlo.
Elizabeth Blanco Duarte
¡Hola Juaniters! Yo quiero hablarles de la creación de personajes pero, de paso, plantearles un desafío:
Cuando pienso en personajes bien construidos, hay dos palabras que se me vienen a la cabeza automáticamente: complejidad y conflicto. Y ya sé qué están pensando: “Ya sabemos: un personaje tiene que ser complejo, y para que pueda avanzar la trama, tiene que haber un conflicto que ponga al personaje en tensión”. Las dos cosas son ciertas, y son muy buenos consejos.
Pero no es exactamente a lo que me refiero.
Hay personajes que se nos quedan estampados en la memoria de tal forma que, cuando alguien más los nombra, tenemos un chispazo de reconocimiento que nos hace decir “¡Sí! Me acuerdo, ¡yo lo conozco!”. Creo que muchas veces la razón por la que pasa eso es la complejidad y el conflicto que ese personaje nos hizo sentir a nosotros. Creo que poder generar esa incomodidad es una de las claves de un buen personaje.
Voy a usar de ejemplo a un personaje que yo no me puedo sacar de la cabeza, y, si no leyeron el libro donde está (pero sí vieron la película), les recomiendo que vayan a la fuente y le den una oportunidad.
En Misery, Annie Wilkes es la antagonista de la historia, no hay duda. Pero cuando leí el libro, me llevé una sorpresa: hay momentos en los que Stephen King te da vuelta las cosas, y te descubrís sintiendo una pena enorme por Annie. Alcanzás a espiar un poco dentro de ella y su enfermedad, y lo que ves es tan duro que, sin darte cuenta, bajás la guardia. Y ahí es donde él aprovecha para mostrar lo peor de ella, sus momentos más crueles. Cuando me pasó a mí sentí que se me hundía el estómago: no podía creer que había sentido compasión por alguien tan horrible, pero sabía que había pasado. Ese conflicto interno fue una sensación tan incómoda que, por un momento, Annie Wilkes fue real en mi cabeza. Y ahí se quedó.
Este conflicto no necesariamente tiene que darse solo en ella, y creo que acá está la segunda parte de mi consejo, y el desafío que los invito a probar: todos somos personas complicadas, jueguen con eso.
Una serie que lleva esto más allá de una forma bastante osada es Perros de Berlín: nos obliga a seguir a Kurt Grimmer, un protagonista que desafía permanentemente la idea de que por ser el protagonista lo tenemos que querer. Me parece una elección bastante valiente llevar adelante una historia con un personaje principal al que queremos que le vaya bien, pero que no hace méritos para merecerlo, sino todo lo contrario. Nos pone en una posición complicada, pero que podemos entender, porque todos sabemos que tenemos emociones complejas. Hacemos cosas que muchas veces no están bien, y pensamos cosas que no diríamos en voz alta: no somos ni héroes ni villanos, somos humanos. Creo que, cuando pensemos en construir un personaje, tener esto presente es la clave para ir en la dirección correcta. Desde ese lugar, vamos a estar bien parados para plantearnos de qué manera queremos agarrar con la guardia baja al lector. Si logramos esto, vamos a ingeniárnosla para encontrar la forma en que esa complejidad toque de cerca a quien nos lea, y nuestros personajes van a saltar de la página.
Espero que se diviertan buscando la forma en que sus personajes puedan hacerle sentir cosas complejas a sus lectores. ¡Gracias por leerme!
Belén Gamon
Pensando en qué escribir para este pequeño cameo en el newsletter de mi Seño Juani casi me vuelvo loca porque quería darles el consejo justo. Hice una especie de zapping mental pasando entre todos los métodos para caracterizar un personaje que he leído o consejos que he recibido, incluido su propio taller, todo para llegar a la conclusión de que no tengo el consejo justo, así que les voy a contar cómo funciona para mí.
En pocas palabras, he pasado horas recorriendo blogs y mirando videos de escritores hablando de este tema y dando directivas de la mejor manera de escribir un personaje. Como una persona sumamente estructurada, inicialmente supuse que cuanto más sistematizado tenga el proceso mejor me iría. En principio, las famosas character sheets o los ejercicios para construir equipos de personajes deberían ser ideales. Me descargué incontables versiones de estos recursos. También intenté escribiendo listas, que es otra cosa que amo hacer, y que eran más o menos así: sobre el personaje escribir cinco cosas verdaderas, cinco cosas falsas, cinco cosas X. Para mi sorpresa, ninguna de estas cosas nunca funcionó. Las empezaba con mucho entusiasmo (¡FORMULARIOS! ¡LISTAS!), y con la misma facilidad las dejaba olvidadas para siempre. Seguí así, probando, hasta que encontré algunas ideas que me terminaron ayudando, y son las que les ofrezco hoy.
Los tres consejos que considero importantes:
Primero la principal enseñanza de Juani: el famoso “show, don’t tell”. No me digan cómo es el personaje, pónganlo en situaciones que me muestren cómo es el personaje. Si un personaje está describiendo a otro, piensen que las personas raramente hablamos de otros en términos de listas de adjetivos, sino más bien contamos cosas sobre ellos y luego nuestra opinión o cómo nos hacen sentir.
Segundo, algo que aprendí de la masterclass de Carol Joyce Oates, la economía de los personajes. Recuerden que el personaje tiene que servir a la historia, si la historia no cambia al eliminar a un personaje probablemente no debería estar ahí, o todavía le falta un golpe de horno para encontrar su lugar.
Y lo último lo aprendí de Lin-Manuel Miranda, que dijo que su proceso es sentarse con sus personajes y hacerles preguntas, charlar con ellos, hasta encontrar algo honesto. Les recuerdo que les conté que soy muy estructurada, así que este fue el último método que esperaría que sirviera, y sin embargo es el que definitivamente terminé usando. Tan hippie como suene, siento que si el personaje quiere salir, lo hará, y tenemos que aceptar nuestro lugar como conductores para dejarlos pasar a través nuestro hasta la página.
Espero que les sirva mi granito de arena. Nos estaremos leyendo.
Este espacio funciona a base de amor por la propuesta, libros que leo para crecer todos los días un poco más y Coca Cola que me acompaña cuando tengo sueño. Si quieren ayudarme a solventar esos libritos y coquitas, pueden hacer acá desde el exterior o acá desde Argentina.
Elles
Llegó la hora, es momento de presentar LOS GANADORES INDISCUTIDOS DEL MUNDIALITO DE ABRIL. Pero antes, ¿qué es el mundialito? Es nuestro torneo interno a través del cual los alumnos de Terapia Creativa presentan sus trabajos y sus compañeros votan a ver quién es el mejor. Pueden leer sus textos y los ganadores anteriores haciendo click acá y ver los videos completos en nuestro canal de YouTube. Ahora sí, sin más preámbulos, a conocer a los escritores:
Categoría Voces. Ganadora: Danu Vela Sánchez.
Danu es no sólo una de mis amigas más preciadas, sino una escritora talentosa que sorprendió con un texto que nadie esperaba de parte de ella. Rêverie es un cuento que conmueve desde lo cotidiano y nos pone en los zapatos de un personaje que no suele protagonizar nuestras historias: un hombre de 30 años que fue padre adolescente. Danu se lleva no sólo los galardones por un cuento increíble sino además el honor de saber que ganó en el mes más peleado desde que comenzamos esta competencia. Felicitaciones, Danusita!
Pueden leerla escribiendo (casi siempre sobre cine, porque es multitalentosa) por acá.
Categoría Collage. Ganadora: Candelaria Gianfrancisco.
Si son lectores asiduos de este newsletter, ya la conocen a Candelita. Talento no le falta, y coraje para probarse a sí misma tampoco. Mes a mes nos presenta diferentes costados de su veta como escritora, además de presentar su alma en una bandeja. Nace una flor, morís vos es un collage de voces, de formas literarias, de medios audiovisuales y de alumnos del taller. Un 10 por donde se lo mire, Candelita se lleva una vez más los laureles con este trabajo sublime.
Pueden leerla escribiendo cosas que nos hacen llorar por acá.
Competencia especial, grupo sábados:
El grupo más antiguo de este espacio tuvo una competencia en grupos y los resultados fueron INCREÍBLES. El equipo que se coronó ganador superó por centésimos a los demás, y por eso creemos que los tres merecen su momento en el podio.
Medalla de bronce: Carta a un bebé - Panchitos con Coca
Sin dudas el grupo que más nos hizo emocionar: ellos, que le escribieron una carta al miembro más pequeño de la familia: nuestro bebé. Sí, tenemos un bebé! Este equipo conformado por Monserrat Gamboa (mamá del bebé en cuestión), Nicolás Meli, Katerina Petrich, Sara Sammartino y Mariela Urriol nos dejó tirados en el piso llorando y agradeciendo que nos tenemos.
Medalla de plata: Peña La Pachu Peña
¿Quieren carcajadas aseguradas? Vean este video. No sólo presenta un material de archivo increíble a través del cual podemos ser bendecidos con la risa de Pachu Peña, sino que trae un guión original interpretado por nuestra estrella revelación. Además vale aclarar que el grupo compuesto por Victoria Bustos, Sofía Correia, Victoria Mac Clay, Verónica Marzik y Juan Ignacio Orlievsky hizo hasta MERCHANDISING. ¿Qué más podemos pedirles?
Medalla de oro: Maneras de no querer a tu hermana - The New Romantics
Este grupo compuesto por Tamara Berrocal, Elizabeth Blanco, Nati Dubicki, Camila Godoy y Estrella Michelod nos dio hasta lo inimaginable. Quieren una historia de calidad? La tienen. Quieren un moodboard con los personajes? Lo tienen. Quieren fotos propias? Las tienen. Quieren una página web? La tienen. Quieren una canción original? Adivinen qué: LA TIENEN (y la escuchan acá). Lo que ofrecieron es realmente una experiencia 360 que no deja a nadie con las ganas. Pueden leer su historia y empaparse de ella acá.
Si se suman al taller de Terapia Creativa para escritores van a:
trabajar sus miedos en un ambiente seguro, mejorar sus técnicas de escritura, ser parte de proyectos en grupo, poder participar del mundialito regional de escritura entre compañeros, para ganarse un lugar y mostrar sus trabajos en este newsletter.
Pueden sumarse al grupo de los martes a las 15:30 o los jueves a las 8 de la mañana. Encuentran más info acá y reservan su lugar escribie´ndonos a todonuestro.todosuyo@gmail.com.
Vos
Esta es una sección nueva, creada especialmente para vos. ¿Para vos? Sí, para vos, que querés convertirte en un autor publicado y no sabés cómo hacerlo.
Hacía rato que queríamos que este espacio sirviera más que para sólo producir, y fue por eso nos unimos a Belu, ex alumna del taller y ex editora de estilo con muchísima experiencia en el rubro. La pregunta de este mes es:
¿Cómo busco una editorial acorde?
Para leer esta respuesta y todas las anteriores, acercate a este post que está en nuestro perfil. (Por cosas como estas amamos Substack, porque nos permite tener SECCIONES). Si tenés material que quieras publicar o simplemente te gustaría saber de antemano, dejale tu pregunta en este formulario.
¿Te gustaría participar de nuestros talleres y aprender escribir historias pero no te coinciden los horarios?
Sumate a La Factoría de Historias. Un curso express que te va a volar la cabeza. Más info por acá.
Ella
¡Feliz casi mayo amigues! El mejor mes del año porque ya mas o menos hace frío y encima es mi cumpleaños.
Ya paso un año desde que Juana llega a sus casillas de correo y un poco menos desde que yo la acompaño. Cansada de tener todas las entregas desordenadas, me arme una grilla hermosa donde linkeo lo que escribí y detallo de qué libros hablé. El problema es que entre los espacios de las temáticas se me cayeron un montón de libros que no sabía donde meter y no me gustaría privarlos de eso, así que acá van algunos de las mejores cosas que leí pero me olvide de recomendarles:
El nervio óptico
NO PUEDO CREER QUE NO RECOMENDÉ ESTE LIBRO. LITERALMENTE ME CAMBIO LA VIDA. NO, NO VOY A DEJAR DE GRITAR.
Este libro increíble está en el limbo ficcional, porque mezcla lo semi-autobiográfico con historias sobre artistas y un montón de cosas maravillosas. Son once relatos cortos interconectados, cada uno usando una obra de arte diferente. Todas las piezas están en exposición permanente en diferentes museos de Buenos Aires, así que si están cerquita pueden tener la full experience y sentarse a leer frente al cuadro en cuestión. En cada página hay una revelación y es de esos libros para leer con un lápiz en la mano y subrayar todo. Me dio la misma satisfacción que me da leer Baricco (que me pone muy intensa) y se convirtió en un libro al que vuelvo cada tanto para sentir que las cosas tienen sentido.
Cómo provocar un incendio y por qué
Angustia adolescente pura. Tiene el existencialismo de una vida joven forzada a ser adulta por las circunstancias, con padres que no están y una responsable que hace lo que puede a pesar de su fragilidad. Está la búsqueda de sentido, está la necesidad de marcar un camino claro. Y Lucía, la protagonista, lo encuentra en La Sociedad del Fuego.
Es como si hubieran metido El guardián entre el centeno, Demian y El curioso incidente del perro a medianoche en una licuadora y se hubieran mezclado just right. Narrado enteramente en primera persona, te hace volver a meterte en la piel adolescente que todos usamos alguna vez.
Las vírgenes suicidas
Siento que si lo hubiera leído a los 15 años, este libro habría moldeado mi personalidad a fuerza de trompadas emocionales y lágrimas.
Sí, es el libro de la peli de Sofia Coppola donde esta Kirsten Dunst. No, no la vi. Creo que tampoco quiero verla porque este libro es tan pero tan redondo y lindo que odiaría sentir que la película no coincide con mi imagen mental. Es una historia tristísima sobre cinco hermanas que se suicidan (básicamente el título te cuenta la historia), pero como está narrada a través de los ojos de gente que amó a esas chicas, se vuelve una obra de una calidez inmensa.
¡Eso es todo por hoy amigues! Ojalá Mayo los trate con cariño y los arrope antes de ir a dormir. Cualquier cosa me encuentran como @katepetrich en mis redes de siempre. Nos vemos el mes que viene!
El taller que va a hacer que sus días florezcan Los invitamos a conocer El Semillero: cuatro encuentros grabados para hacer a tu tiempo en la comodidad de tu hogar. Podés ver ejemplos de qué cosas enseñamos en el taller en estas historias destacadas. Si decidís sumarte, toda la info para anotarte está acá.
Ustedes y yo
No me queda mucho para decirles. Creo que estamos llegando al punto en el cual sentimos que ya está todo dicho, incluso eso que se nos escapa. Pero no debe ser así, ¿no? Deben quedar historias por contar y cosas que aclarar y mundos que inventar. Seguro quedan porque cada vez que escribimos estamos más cerca pero todavía estamos lejos y merecemos sentir como nos hacemos uno con la fuerza. Les dejo dos cositas antes de partir:
Si quieren tener un lugar donde pueden exponer sus palabras, no dejen de pasar por Ticket to Write. Coordinado por tres escritoras de confianza y alumnas fieles de los talleres, va a ser el lugar seguro que no sólo les dará un escenario sino también el apoyo para escribir sintiéndose contenidos.
Si quieren leer una pequeña reflexión mía sobre el libro On Connection de Kae Tempest, pueden suscribirse a nuestro newsletter pago. Además, van a poder acceder a todos los posts exclusivos que ya salieron y los que saldrán en semanas siguientes!
El mes que viene volveremos llenos de la misma inspiración de siempre, historias nuevas y un abrazo cálido.
Hasta entonces, se cuidan mucho.
Los queremos,
Juani y el universo de Todo Nuestro, Todo Suyo