Foto tomada en Brompton Cementery, Londres, 2021.
In the bleak midwinter
Buen viernes y buen fin de julio para ustedes, querides lectores. Mientras escribo esto parece que es invierno, no por el frío sino por las nubes. Londres tiene mal marketing, siempre digo. Todos preguntan cómo hace uno para sobrevivir al clima pero la verdad es que el clima no es tan terrible. Lo que más me molesta a mí es la falta de luz en invierno y eso es algo común para toda Europa. Este verano, sin embargo, cayó como un golpe al corazón de todos. Tenemos ventanitas de una semana de sol que nos hacen creer que todo va bien y después hay quince días de lluvia que no para. En esa angustia climática, yo escribo. Y viene bien con este tema —y quizás un poco por eso la elegí—.
Hoy vamos a hablar de la muerte y la muerte es gris. Es gris porque no es negra ni blanca, no sabés dónde ponerla o cómo sentirla. Es gris como este cielo que me mira desde arriba y me pide perdón por arruinar mi verano.
Cuando me preguntan sobre qué trata la novela que estoy escribiendo siempre digo “grief and hope”. Grief se puede traducir como duelo, pero siento que duelo no dice nada. No dice todo lo que dice la palabra grief que también tiene pena, dolor y la sensación de que todo será eternamente triste. La realidad es que habla, mayormente, sobre la muerte. Y yo siempre pensé en la muerte y siempre quise saber más sobre la muerte y creo que no sé nada sobre la muerte pero sé mucho sobre lo que yo siento cuando la pienso. Porque nunca tuve miedo de mirarla de frente y entender que existe y eso me permitió convertirla en una parte natural de mi vida. Y sé que no soy la única y sé que a la muerte le temen muchos y creo que por eso quizás puede servir lo que yo tengo para decir sobre ella. No porque pueda hacerla más comprensible —nadie puede— sino porque me rendí en ese desafío y sólo me dedico a vivirla.
No les prometo un newsletter divertido, pero tampoco creo que tenga que ser tan deprimente. Hay cosas peores que la muerte, que de última no traiciona, porque avisa desde el día en que nacemos que algún día va a venir. Si tienen ganas, pasen y lean.
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Nosotros
En 2019 conocí a mi autora favorita en persona. Zadie Smith, con su picantez escorpiana que le hace decir todo y no guardarse nada, nos dio una charla brillante en un edificio en Mayfair, de esos que ves en películas de época. (Cada tanto pasan cositas de este estilo y yo recuerdo que vine a Londres para algo y que la lluvia y la falta de sol no logran dar vuelta la balanza.)
Zadie habló sobre la lectura, sobre las redes sociales, sobre su vida diaria. Entre todo lo que dijo, algo quedó grabado en mí. “El ser humano tiene una tendencia natural a ignorar la inminencia de su muerte. Sólo una persona que busca activamente creer que va a vivir para siempre gastaría tantas horas en Instagram.” Todos nos reímos, porque tenía razón. Este no va a ser un newsletter sobre minimalismo digital. Hay personas que realmente tienen derecho a hablar de eso y yo no soy una de ellas, porque sigo bastante colgada al tikitiki. Este sí va a ser un newsletter para hablar sobre cómo y por qué ignoramos la muerte.
Yo no quise morirme nunca, pero siempre viví con mucha paz sabiendo que algún día me va a pasar. Ya hablé del tema en este espacio, pero la vida eterna es mi mayor miedo. Me gustan los finales, me gusta saber que todo se termina. Por eso, nunca fui de las que ignoran que van a morirse. Me imaginé mi velorio muchas veces, dejé mi contraseña escrita en lugares para que ninguno de mis escritos se vuelva inaccesible, terminé de escribir cartas a contrarreloj porque me aterraba la idea de morirme y que alguien no supiera cómo yo me sentía. Siempre asumí que me iba a morir, pero nunca pensé que me podía pasar siendo joven.
No me morí joven, claramente, pero gente alrededor mío sí. Siempre hago chistes acerca de que el 2016 fue peor que el 2020 porque ahí fue cuando murió Bowie, pero desde un lado real también lo pienso. El 2016 fue el año en el cual se murieron dos personas que conocí de cerca. Ambos tenían el mismo nombre y tres años más y menos que yo respectivamente. Ambos se murieron repentinamente, pasaron de estar a no estar más. Recuerdo que mi reacción frente a la segunda de estas noticias fue reírme. Me reí como si estuviera viendo un especial de stand up de humor políticamente incorrecto. Me reí porque no podía ser verdad. Después lloré un poco y después me convertí en una persona triste y negativa que no había sido nunca. Después de esas muertes, también se murió una parte de mí.
Pasé mucho tiempo enojada después de entender que la gente joven se muere. Estaba enojada con la vida, con el dios en el que siempre había creído, con la gente que seguía como si nada hubiese pasado, conmigo misma por sentirme tan enojada cuando nadie de mi propia familia se había muerto. Entendí que en realidad no somos sujetos sino objetos del universo y que ninguno de nosotros tiene la seguridad de vivir para siempre. Esto no me dio paz sino bronca. La vida de pronto me parecía un engaño espantoso, basado en obligarnos a hacer un esfuerzo sin siquiera darnos una mísera garantía de que en algún momento vamos a tener una recompensa. Entendí que, aunque nos parezca espantoso, las consecuencias de la muerte traen cosas buenas. Incluso en la mayor de las tragedias vamos a llevarnos algo positivo, algo que no cura la pena ni ayuda a que duela menos pero nos dificulta la tarea de estar 100% enojados con lo que pasó.
Pasaron cinco años desde ese 2016 en el que andaba en auto con mi mejor amiga cazando pokemones por Rosario, perdiendo el tiempo porque tampoco me sentía con ganas de aprovecharlo haciendo otras cosas. Pasaron cinco años y yo no tengo consuelo para la muerte, pero sí la entiendo como se entiende a un compañero de la secundaria que conocés desde jardín. Es un idiota pero es así, qué querés que hagamos, no va a cambiar. Hoy sostengo que somos objetos en la historia de la humanidad, que algunos vamos a tener que morirnos para que otros cumplan sus sueños, que algunos vamos a tener que dejar de existir para que la vida pueda seguir su curso. Y algunos vamos a morirnos jóvenes, de un día para el otro, por cosas que no podríamos haber evitado. Somos un peón en el tablero de ajedrez de alguien que tampoco sabe qué está haciendo y esto es lisa y llanamente una mierda pero quizás sirve un poco de consuelo. Para los que tienen almas nobles que piensan en el otro, quizás ayude contar con la constancia de que absolutamente todo lo que pasa en el mundo trae aunque sea algún eco positivo. El efecto mariposa es real, no sabemos cómo puede repercutir una acción pero sí sabemos que va a hacerlo. Quizás su muerte hace, indirectamente, muy feliz a alguien que ustedes ni conocen. Para los que, como yo, piensan que es injusto que nosotros tengamos que irnos para que una persona aleatoria conozca al amor de su vida en algún lugar recóndito del mundo, el consuelo está en saber que sí somos sujetos en nuestra propia existencia. Si vamos a irnos, mejor que disfrutemos en el medio. Hoy en día todas mis decisiones por el filtro de “¿y qué pasaría si me muero mañana?”. Esto me hace tomar riesgos y evitar angustias superficiales. Me repito que todo es una simulación y todo está dispuesto. Nuestro tiempo corre y nuestros días están contados. Lo único que entra en mi poder es decidir cómo invierto mi existencia, con qué gente me rodeo, qué experiencias me animo a vivir.
No le temo a la muerte pero tampoco la busco. No la glorifico ni la ignoro. Para mí, saber que existe un final hace que todo sea más vibrante. Y sé que ese final puede llegar mañana y por eso siempre le digo a la gente que amo que estoy bien. Si me voy mañana, me voy a ir feliz. Y es gracias a mis decisiones, pero mayormente es gracias a ellos.
Aquí van mis recomendaciones:
Algo para leer: tan sólo unos días después de tener el club de lectura de julio, vengo a recomendarles el libro que debatimos. El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, de Tatiana Tibuleac nos dejó la charla más corta que tuvimos hasta ahora en el taller, quizás porque estábamos todas un poco de acuerdo. Habla de la muerte y sus efectos, de cómo una partida lo cambia todo. Uno de los libros más dulces y tristes que leí, sin dudas.
Algo para leer (bis): si leen en inglés, denle una oportunidad a Saint, el cuento de Leah Hampton que aparece en su compilación F*ckface. Comienza con la frase “Your brother is going to die in twelve years,” y sigue con un relato increíble en segunda persona. Sin dudas uno de los mejores cuentos que leí en mi vida entera, encuentran un extracto acá.
Algo para ver: del creador de The Office, les traigo After Life. Vi su primera temporada en 2019, después de mi despertar apocalíptico que me enseñó que la vida no es color de rosa, y me hizo entender muchísimas cosas sobre la muerte y qué pasa después de ella. Si les gustó pero necesitan más, pueden ver también The Kominsky Method, con Michael Douglas. Otra visión de la muerte bastante interesante, tierna y “fácil” de procesar.
Algo para ver (bis): si tienen 40 minutitos, no dejen de ver este vivo de Instagram que nuestras amigas de la casa, las chicas de Ticket to Write, hicieron sobre el duelo, el arte y la pérdida.
Algo para escuchar: esta quizás no sea una recomendación común, pero les quería traer una de mis canciones favoritas. En 2016, cuando pensaba mucho en la muerte, llegué a la conclusión de que los últimos momentos de Trees, de Twenty One Pilots, suenan como debería sonar la entrada al cielo. Ojalá sea así.
Algo para curar el alma escritora: El Consultorio de la Tía Angustias es un server de Discord mediante el cual contestaré un pedido de ayuda relacionado a la escritura y la creatividad por semana. Es completamente gratis y no van a recibir más de una notificación por semana. Si quieren sumarse, todo todo está por acá.
Algo para encontrar tu lugar: en Todo Nuestro, Todo Suyo creemos haber encontrado el mejor santuario de la tierra. Nuestros talleres nos encontraron no solo con historias, sino también con amigos. Cuando Aymará escribió en su Twitter sobre el impacto que los recursos gratuitos de este espacio tenían en ella, decidimos, como grupo, becar su primer mes en el taller. Yo (Juani) propuse descontar el 50% del monto si 5 alumnos del taller abonaban el resto. Acá va una mención especial para Victoria Bustos, Tamara Postorivo, Nicolás Meli, Gina Verona Muzzio y Ginny Lupin por ser estos primeros padrinos mágicos y para Lucila San Martín que terminó haciendo que esta beca fuese completamente abonada por alumnos. No queríamos que el gesto quedara ahí, más alumnos querían colaborar, y por eso que decidimos lanzar una beca para aquellos escritores que quieren ser parte del taller de Terapia Creativa pero no pueden pagar la cuota. Hicimos la primera edición de la convocatoria de forma improvisada y la señorita Fátima Joaquim se ganó su lugar en nuestro mundo este mes de agosto (pueden leer su texto más abajo en el newsletter!). Ahora queremos darles el lugar para que oficialmente se sumen a nuestro taller en septiembre, apadrinados por Victoria Mac Clay, Clara Vicentín, Sara Sammartino, Tamara Berrocal y María Centeno. Para eso, deben seguir la consigna propuesta por las chicas de Ticket To Write:
Acorde a la temática del mes, cambios, queremos proponerles que escriban un relato acerca de un personaje que tiene la vida perfecta, hasta que algo cambia. Tienen hasta el 16/8 para enviarnos sus textos de hasta 1500 caracteres (con espacios) a todonuestro.todosuyo@gmail.com, junto con una pequeña explicación informal de por qué quieren participar en el taller. Mucha suerte!
Todos los textos van a ser enviados a los alumnos de Terapia Creativa, quitando los nombres de los escritores para que la votación sea más justa. El mejor texto va a ganarse su lugar gratis en el taller por un mes —no podemos esperar a conocerlos!
Algo para conocernos: si quieren leerme más seguido (una vez por semana, como era este newsletter cuando empezó) y de paso quieren acceder a clases gratis que daré en el futuro, suscríbanse al newsletter semanal en el que trato temas varios y exploro mis dramas con la libertad que la privacidad me permite. Toda la info haciendo click acá.
Eso
La tentación de escribir sobre la muerte siempre está. Está porque todos pensamos en la muerte, está porque todos perdimos a alguien pero sobre todo está porque Titanic arruinó a toda una generación con su increíble banda sonora y su emotiva historia y nos hizo creer que la única forma de generar algo en el otro es matando al protagonista. Ustedes también van a tener su tentación de escribir sobre la muerte, pero es importante que se pregunten por qué quieren hacerlo.
Nadie sabe qué decir sobre la muerte. Si quieren escribir sobre la muerte y quieren hacerlo bien, van a descubrir que se quedaron cortos, que en realidad no dijeron nada. Si van a escribir sobre la muerte tienen que estar conformes con no decir nada.
Nadie llora por la muerte. La muerte existe desde siempre y lo seguirá haciendo, nadie llora por la muerte. Se llora por la gente que se muere, se llora por los sueños que no van a existir, se llora por la vida que se perdió, pero nadie llora por la muerte. Si quieren escribir sobre la muerte, sepan que en realidad van a tener que escribir sobre la vida. Sepan que si no escriben sobre la vida nadie va a llorar, nadie va a conmoverse, nadie va a sentir nada. Sepan que la muerte sólo es muerte si es el final y que el final existe porque hubo un principio. Si van a escribir finales, escriban la historia entera.
Nadie sabe qué pasa después de su muerte. Si van a escribir sobre la muerte, recuerden que no los va a volver inmortales. Recuerden que ustedes también van a morirse y quizás no los recuerde nadie, ni siquiera si escribieron sobre la muerte eso que nadie más escribió. Si van a escribir sobre la muerte, no lo hagan para vencerla, háganlo para aprovechar la vida. Si van a escribir sobre la muerte, escriban para perderle el miedo, escriban para ganarle respeto.
Nadie perdió toda su alegría con la muerte. Uno lo cree al principio, pero el tiempo pasa y eventualmente uno vuelve a reírse. A veces pasan meses, a veces horas. A veces es el entierro de la persona que más quisiste en el mundo entero y te sale hacer un chiste sobre el pasto del cementerio, porque la muerte no roba la vida que existió antes de que ella llegue, y en la vida todos supimos reírnos mucho. Si van a escribir sobre la muerte, ríanse también, con ella y de ella. Si van a escribir sobre la muerte, recuerden que la realidad siempre se mete por los agujeros y te trae de vuelta al presente donde el mundo siguió girando. Si van a escribir sobre la muerte, sepan que la vida siempre gana.
La tentación de escribir sobre la muerte siempre está y no soy quién para decirles que no lo hagan. Para escribir bien sobre la muerte hay que comprometerse, hay que saber entender sus capas y sus contradicciones, hay que sentirla por completo y habitarla sin entenderla. No es necesario que escriban sobre la muerte para que los lectores lloren, pero sí es necesario que ustedes aprendan a llorar la muerte si piensan escribir sobre ella.
Si van a caer en la tentación de escribir sobre la muerte, háganlo porque están listos, háganlo porque nunca van a estarlo.
¿Quieren convertirse en parte de esta familia de desconocidos que ahora comparten una vida? Pueden conocer las distintas opciones acá.
Ellos
Como dije en el apartado anterior, importa la muerte si hubo vida. Nos importa la muerte de los personajes si supimos quienes fueron, si los escuchamos vivir.
Creo que hay dos tipos de muertes en la ficción: la que comienza las cosas y la que culmina la historia. Dependiendo qué tipo de historia ustedes quieran contar, van a explorar una de estas muertes, y para eso van a necesitar diferentes herramientas.
Las muertes que comienzan las cosas son aquellas que repercuten en la vida de los demás. Son las muertes que no pasan tanto por la vida que se perdió sino por las vidas que quedaron en el mundo. Estas son historias sobre el duelo y las muertes no siempre son extraordinarias. Quien sea que se vaya, se va sin pena ni gloria, y deja detrás un despelote que otros tienen que limpiar. After Life es un ejemplo de esto. La muerte de la esposa de Tony no es un suceso sorpresivo, no es un spoiler. La serie comienza literalmente así y va siguiendo los pasos de él, tratando de entender la muerte. Si quieren escribir estas historias, van a necesitar risas para alivianar la pena dura. Es necesario darle al lector respiros para sobrepasar algo que es lisa y llanamente angustiante.
Las muertes que culminan historias suelen ser grandiosas. Piensen en *ese* final de Endgame, piensen en Titanic, piensen en One Day. Si bien cabe lugar para la reflexión después de la muerte, estas escenas son mínimas. Lo primordial de estas historias son que la muerte siempre llega como una sorpresa. Son historias de vida, historias de lucha, de aventura, de búsqueda, de amor. Son historias que terminan en la muerte porque la muerte siempre está al final, pero no se centran alrededor de ella. Los que quedan en el mundo viven la pena, pero esto es algo que por lo general pasa detrás de escena, fuera de las cámaras y los capítulos de los libros. Nos importa saber cómo vivieron los muertos, no cómo los extrañan los vivos. Si van a escribir este tipo de historias, seguramente necesiten un poco más de power a la hora de darle el golpe final al personaje. No creo que todos podamos morir a manos de un ente malvado que aterroriza a la galaxia, pero sí podemos hacerlo con asuntos pendientes, con últimas palabras memorables, con confesiones inesperadas. Estas muertes suelen ser crueles e increíbles pero ey, son las que venden y se recuerdan, así que no podemos enojarnos mucho con ellas.
Si van a escribir muertes, estudien las muertes en los libros o las pantallas. Ya está todo dicho, ya está todo escrito. Estudien de los que saben y quizás logren despertar la vida de sus lectores.
Este espacio funciona a base de amor por la propuesta, libros que leo para crecer todos los días un poco más y Coca Cola que me acompaña cuando tengo sueño. Si quieren ayudarme a solventar esos libritos y coquitas, pueden hacer acá desde el exterior o acá desde Argentina.
Elles
Hoy comienzo esta sección con una invitada de lujo. Como ya dije anteriormente, en julio largamos —medio improvisadamente— una beca para escritores en bancarrota. La señorita Fátima Joaquim participó de la primera edición y se ganó un lugar en el taller de Terapia Creativa, apadrinada por Andrea Pérez, Micaela Rial, Andrea Cutin, Lara Zanotti y Ramiro Tagliafico. Este fue el texto que nos presentó:
Objeto de transición
Lo había elegido a él, a Blanco Martín, entre tantos otros. Se trataba de un conejo, apenas un trapito, muy menudo, mucho más chico que los demás peluches que acomodaba cuidadosamente en la cama todas las noches, llenándola por completo de muñecos hasta que le quedaba un rincón en el que apenas entraba ella para dormir. Esa mañana había decidido que su cita iba a ser él.
No tardó mucho en darse cuenta al volver que su fiel compañero había sido cruelmente abandonado en alguna plaza en la que iba a pasar la noche solo y, quién sabe, tal vez el resto de su vida si no lograba recuperarlo. Un llanto feroz que duró largos minutos la terminó por dormir.
Cuando salió del jardín al día siguiente, volvió a su casa para descubrir que Blanco Martín encabezaba la formación de peluches en su colchón. Abrazó a su papá que se había encargado de encontrarlo y le hizo prometer a su mamá que nunca iba a dejar que lo pierda de nuevo. Mariana tuvo, durante toda su infancia, el miedo recurrente de crecer y aburrirse, olvidarse, abandonar al peluche lentamente.
Mariana creció y tiene este secreto vergonzoso: sigue durmiendo con Blanco Martín. Lo esconde en un cajón cuando tiene una cita y siente culpa cada vez que lo hace. Mariana nunca superó ese vacío punzante que los chicos sienten cuando se les pincha un globo, cuando pierden un juguete. Mariana entiende que esto es el festín de cualquier psicólogo, pero Mariana se siente desorientada y no necesita más cambios en su vida: va a conservar el maldito conejo.
(En psicología, un objeto transicional es un objeto material en el cual un infante deposita cierto apego, es por ejemplo un muñeco de peluche o un trapo que tiene funciones psicológicas importantes, sobre todo al pretender dormir, cuando se está solo o en otros momentos, como el hastío)
Felicitaciones Fati por ser la ganadora!
Y ahora sí, una vez más les toca a elles, mis pollites. Todos los meses hacemos una competencia en los talleres de Terapia Creativa llamanda el Mundialito Regional, un oxímoron que nos copa bastante. Les chiques escriben, sus compañeres les votan y así tenemos a les ganadores. Pueden leer sus textos y los textos ganadores anteriores haciendo click acá y ver los videos completos en nuestro canal de YouTube. Con ustedes, el podio:
Categoría Lugar. Ganadora: Jimena Bosetti.
Conmoviéndonos con un texto que la muestra a ella a través de sus espacios llega la señorita Jimena Bosetti, querida compañera del grupo de los jueves. Jime siempre tiene algo positivo para decir de sus compañeras, siempre ilumina con su sonrisa cuando exponemos las partes más sinceras del alma y siempre que nos regala sus palabras nos deja con el corazón en la mano. Un lugar, mi lugar es la poesía que nos permite conocer a Jime desde un lado vulnerable y sentido. Merecidísima medalla de oro para esta señorita.
Categoría Caracterización. Ganadora: Clara Vicentín.
No es la primera vez que Clarita gana un mundialito, pero sí creo que este es mi texto favorito de parte de ella. Su uso de los detalles y los recursos narrativos nos muestra que no sólo cuenta buenas historias, también sabe cómo hacerlo para que disfrutes todo el camino. La frase matadora del final lleva a este diario íntimo a una corporeidad que traspasa la ficción, imposible imaginar que todo eso no fue real. Felicitaciones, mi Clarita.
Categoría Voces. Ganador: Ramiro Tagliafico.
Juramos que Rami no tiene sobornado al jurado y que sí, ganó dos meses seguidos en buena ley. No solo eso, sino que viene invicto: desde que entró al taller no hace más que participar y ganar. Conociéndolo, sé que se está ruborizando. Lo siento, viva con su éxito mihijito. La Victoria es un cuento con efecto rebote: una vez que lo terminás, tenés que volver a leerlo, porque todo lo que pensabas de él estaba equivocado. Felicitaciones, querido Rami. Nunca nos dejes.
Si se suman al taller de Terapia Creativa para escritores van a:
trabajar sus miedos en un ambiente seguro, mejorar sus técnicas de escritura, ser parte de proyectos en grupo, poder participar del mundialito regional de escritura entre compañeros para ganarse un lugar y mostrar sus trabajos en este newsletter.
Pueden sumarse al grupo de los martes a las 15:30, los jueves a las 8 am o los sábados a las 10 am. Encuentran más info acá y reservan su lugar escribie´ndonos a todonuestro.todosuyo@gmail.com.
Vos
Esta es una sección creada especialmente para vos. ¿Para vos? Sí, para vos, que querés convertirte en un autor publicado y no sabés cómo hacerlo.
Hacía rato que queríamos que este espacio sirviera más que para sólo producir, y fue por eso nos unimos a Belu, ex alumna del taller y ex editora de estilo con muchísima experiencia en el rubro. La pregunta de este mes es:
¿Cuáles son los pasos a seguir para presentar un manuscrito? ¿Antes de eso debo enviarlo a un corrector/editor de estilo?
Si querés leer esta respuesta y todas las anteriores, acercate a este post que está en nuestro perfil. Si tenés material que quieras publicar o simplemente te gustaría saber de antemano, dejale tu pregunta en este formulario.
¿Te gustaría participar de nuestros talleres y aprender escribir historias pero no te coinciden los horarios?
Sumate a La Factoría de Historias. Un curso express que te va a volar la cabeza. Más info por acá.
Ella
Cada vez que me siento a escribir sobre la muerte recaigo en el mismo pensamiento: qué locura que neguemos tanto la única certeza que tenemos en la vida. Desde que nacemos ya nos estamos muriendo (¡arriba ese viernes!), pero sin embargo nos empecinamos en circundar la muerte, explicarla, entenderla, definirla, casi agarrarla, todo en una búsqueda de control que siempre va a quedar inconclusa.
La entrega de hoy viene diferente porque creo que la escritura es un intento desesperado de manejar la realidad, de ponerle limites, de contarnos a nosotros mismos una historia. Una manera de entender. Por eso hoy les voy a traer mis citas favoritas sobre la muerte, en una selección para nada democrática ni parcial. Anticipo que dejé afuera toda la obra de Pizarnik porque elegir uno solo de sus poemas me parece increíblemente injusto sabiendo que la muerte es transversal a toda su obra.
Asi que arrancamos.
Sería bastante naif intentar explicar el por qué de la obsesión que tenemos con la muerte, pero me parece más interesante tratar de entender por qué escribimos tanto sobre ella. Para mí, la respuesta la tiene Maria Gainza en el Nervio Óptico.
"Y no se que hacer con esa muerte tan tonta, tan gratuita, tan hipnótica, y tampoco sé por que lo estoy contando ahora, pero supongo que siempre es así: uno escribe algo para contar otra cosa."
Lo poético de reducir la obra a su objetivo nos da un golpe de realidad, siempre. Escribir la muerte es narrarla, es hacerla propia, es crear una rienda para domarla.
Escribe Leila Guerriero en Teoría de la gravedad:
"Hace tiempo, un escritor amigo me dijo esto: "Solo cuando sé que mi hija está condenada por mí, que la traje al mundo para morir y acepto eso, es cuando puedo ser su padre de manera cabal, liberándola y liberándome." Habituarse a una hermosa risa humana, a un cuerpo vivo, cuesta muy poco. Dejar partir, en cambio -dominar el arte de perder-, cuesta la vida."
Y por último, le voy a dedicar un párrafo aparte a Tamara Kamenszain, que aparte de ser la poeta que nos regaló esta maravilla, nos dejó esta semana. Si quieren honrarla, no le lleven flores. Hablen de la muerte.
Eso es todo por hoy! Vayan a distraerse un rato que la semana ya se terminó. Si les pego muy bajón esta sección, pueden ir a bardearme a @katepetrich. ¡Nos vemos el mes que viene!
El taller que va a hacer que sus días florezcan Los invitamos a conocer El Semillero: cuatro encuentros grabados para hacer a tu tiempo en la comodidad de tu hogar. Podés ver ejemplos de qué cosas enseñamos en el taller en estas historias destacadas. Si decidís sumarte, toda la info para anotarte está acá.
Ustedes y yo
Y así, sin más pero tampoco sin menos, los despido después del newsletter más bajón que les hice llegar alguna vez. Si me extrañan cuando me voy por tanto tiempo, pueden sumarse al newsletter semanal haciendo click acá y van a recibir mis palabras todos los viernes a la mañana. Hoy envié una edición que habla de cómo ayuda a veces vernos como protagonistas de nuestra historia. Pueden leer el posteo completo si se suscriben, pero les quiero regalar unas palabritas que me gustaron:
“La muerte existe y nos persigue. Como dice Tyler Joseph, death inspires me like a dog inspires a rabbit. Yo sigo porque me voy a morir y quiero vivir una vida que me guste, quiero que la historia que me toque contar al final me enorgullezca.”
Si quieren una nota un poco más positiva para cerrar este mes y esta edición, les voy a contar una historia familiar. Vengo de una familia enorme. Veinte nietos, perros, una tortuga que después se escapó. Entre mi familia enorme se encuentran el tío Pepe y la tía Delia, que tuvieron a José Luis. Hoy en día ninguno de ellos está. Yo no los conocí. Para cuando mi mamá me tuvo a mí, en 1992, ellos ya se habían ido hace tiempo. No es linda la historia de Jose, como le decía mi mamá. No es ameno contar por qué se fue y, sin embargo, mi mamá siempre lo trajo a nuestras conversaciones. Creo que su primo fue una figura más presente en mi vida que muchos otros familiares con los que compartí cenas y navidades. Porque Jose se fue, pero dejó mucho. Dejó una vida entera de enseñanzas y una huella que dudo que alguna vez se borre, porque yo también voy a contarle a mis hijos la historia de su vida y su muerte.
La tía Delia, en cambio, es alguien de quien da gusto hablar. Tenía cara de actriz de cine y corazón de maestra de jardín de infantes. Cuando el cáncer empezó a atacar su cuerpo, ella se dedicaba a ofrecer su dolor en pos de los otros. Aceptaba su pena y pedía que al menos sirviera para alivianársela a alguien más. Nunca vamos a saber si hubo personas que salieron de la pobreza porque Dios decidió equilibrar la balanza gracias a su sacrificio, pero sí estoy segura de que ella encontró consuelo para su situación, y eso es más de lo que logran muchos. Creo, también, que fue eso lo que le trajo su último regalo de cumpleaños.
La tía Delia había nacido un 16 de julio en los años 20s. Unos días antes de esa fecha, en 1973, el cura de su parroquia fue a verla a su casa, donde Delia se preparaba para el final que a esa altura iba a llegar de forma inminente. El cura le preguntó qué le gustaría recibir de regalo de cumpleaños y Delia contestó con una sonrisa que su deseo era imposible. “Me gustaría ver la nieve una vez más, pero estoy en Rosario,” dijo con resignación. Para aquellos que no saben, las posibilidades de que nieve en Rosario son pra´cticamente nulas. El 9 de julio 2007 cayó un poco de aguanieve que —puedo reconocer ahora que vivo en el hemisferio norte donde este tipo de fenómeno pasa más seguido— no era más que granizo suave (y sucio). Aparte de esa fecha, tengo recuerdos de la nieve cayendo en mi ciudad. El cura le dijo a mi tía Delia que tuviera fe, que Dios escuchaba a las mujeres generosas y desinteresadas como ella. Entiendo que la religión no es para cualquiera, que no todos quieren creer, pero religión no es espiritualidad y para mí hay coincidencias que son demasiado fuertes. La historia de Delia siempre me hizo creer que no estamos solos.
Si buscan “¿Cuándo fue la última nevada en Rosario?” en Google, se van a encontrar con lo siguiente:
“Casi no existen fenómenos climáticos extremos en Rosario. La nieve es un fenómeno realmente excepcional. La última nevada fue en 1973 y la anterior en 1918.”
Ustedes ya saben que la historia de la tía Delia transcurre en 1973. Sólo les haría falta googlear un poco más para saber que esa famosa nevada se dio un 16 de julio. Y ustedes ya saben que ese era el día de su cumpleaños y ustedes ya saben que ese era su deseo. Así que ustedes ya saben la historia, pero déjenmela contar, porque es la mejor historia de mi familia, y realmente vale la pena.
Ese 16 de julio la tía Delia se sentó frente a la ventaba y vio la nieve que, si no hubiese sido por ella, jamás iba a caer. Y no sé en qué pensó en ese momento, pero sé que pocas personas vivieron algo similar, una conexión tan grande con lo trascendental, una confirmación más fuerte de que hay algo ahí afuera que nos escucha y nos quiere lo suficiente como para hacernos felices por un rato. El 16 de julio, hace después de 55 años, nevó en Rosario. Mientras escribo esto, pasaron 48 años desde ese día y mi ciudad no volvió a ver la nieve. La tía Delia murió cuatro días más tarde, un 20 de julio de frío, dejando al mundo sin una mujer con cara de actriz y de cine y corazón de maestra de jardín. Murió muy temprano en su vida, pero en su último cumpleaños vio la nieve en su ciudad. Quizás fue una coincidencia, pero elijo creer que no. Elijo creer que su historia tuvo un final a la altura de quien ella fue.
La muerte es una mierda. No hay forma de decorarla. Nos roba gente que queremos, nos roba historias que hubiesen sido enormes, nos roba la alegría de vivir sin miedo. La muerte es una mierda pero existe igual y a veces viene envuelta en un manto de maravilla que hace que casi la perdonemos. No siempre. A veces la muerte es sólo una mierda. No tengo nada para decir sobre esos casos. Nadie tiene nada para decir sobre la mierda que es la muerte.
Y si va a llegar igual, a mí, a vos, a todos, mejor aprovechar lo que tenemos. Mejor ir a la nieve mientras podemos.
Hasta el mes que viene,
Juani
Te kero mucho