Bueno, sí, este título es clickbait. No me voy a ningún lado. O, mejor dicho, no me voy a ningún lado que vaya a afectar las entregas de esta columna. Me voy de Instagram, pero solo por un mes, en octubre. Volveré, eventualmente. Acá voy a seguir, y van a recibir la próxima entrega muy pronto, rapidísimo incluso, pero quería aparecer como aparezco a veces con las entregas gratis porque tengo algunas cosas para decir, anuncios para hacer y favores para pedir.
El año pasado me fui de Instagram en octubre siguiendo la propuesta de Carla Bonomini (@minicarbono). Me parecía la idea perfecta. Iba a pasar un mes en Berlín —cuidando la casa de Carla, de hecho— y vivir este viaje sin mostrarlo todo el tiempo y sin saber qué pasaba en Londres me daba curiosidad. En ese momento tenía un vínculo bastante extraño con Instagram y creo que es recién ahora que reconozco el exceso de poder que le daba. Nunca me dio ansiedad conseguir likes o crecer en followers y siempre hice chistes acerca de que la única métrica que me importa es que me sigan contestando las historias las personas que me gustan, pero sí me sentía obligada a estar en línea. Un poco porque tengo un emprendimiento y la difusión de esta plataforma es la que más alcance tiene, otro poco porque a veces siento que el minimalismo digital es para los que ya encontraron a quien amar y se pueden alejar de ciertos rituales, otro poco porque vivo en una ciudad de muchas oportunidades y salir de las redes me impide estar al tanto. Irme de Instagram en octubre de 2021 fue fácil. No estaba enamorada de alguien que me siguiera, tenía una ciudad entera para descubrir en un mes y eso ya se me hacía complicado entonces no necesitaba ideas nuevas. Sin embargo, la ansiedad de perder oportunidades laborales me preocupaba. Mantuve abierta la cuenta de los talleres y seguí subiendo cosas. Desde el punto de vista personal me sirvió, pero no logré descansar del todo.
En diciembre de 2021 me contagié COVID y tuve, además, un colapso emocional muy grande. Las fiestas son difíciles estando lejos pero más lo son cuando el fin de año te hace mirar doce meses pasados con perspectiva. Me aterraba la idea de no poder dejar atrás todas mis angustias y llevarlas conmigo al 2022. Como uno de mis grandes demonios de ese momento tenía que ver con mi convicción de que todos hacían todo bien y yo hacía todo mal, irme de una red que me exponía a vidas exitosas me pareció una salida válida. Durante los últimos quince días del año logré respirar. Me olvidé qué día era, me olvidé que existían personas que podían festejar navidad con su familia, me ahorré todos esos balances de personas diciendo todo lo que habían logrado en el año. Me abstraje de todo y todos y encontré paz en mi instante. Todo está bien en el presente, siempre, y borrarme de Instagram me ayudó a convencerme de esto, ignorando el pasado y manteniendo lejos a mis expectativas futuras.
El efecto rebote existe cuando se deja cualquier vicio. Todas las veces que borré Instagram me desintoxiqué de cosas que después volvieron a ensuciarme apenas entré de nuevo a la plataforma. Entiendo ahora, después de mucho análisis y evoluciones naturales de esas que nos tocan a todos los seres humanos, que mi vínculo con las redes era malo por mi vínculo conmigo misma. Un trigger solo es un trigger para aquellos que tienen algo que se les dispara. No hay nada inherentemente malo en una foto en la playa, la noticia de que alguien triunfó en su profesión o el nacimiento de un bebé. Todo lo que veía en Instagram me hacía sentirme mal porque me hablaba de esas cosas que yo no tenía. Por años había intentado conseguirlas creyendo que quizás así podía ser más feliz, habitar el mundo de los otros y sentirlo propio, pero nunca lo logré y la angustia siguió. Este año intenté una técnica nueva, y creo que le debo a ella toda la paz y tranquilidad que llevo conmigo: acepté que no seré lo que no soy, no tendré lo que no tengo y no viviré lo que no viví. Tome la postura que muchas otras veces habría calificado de mediocre y me retiré de un juego que venía perdiendo. Empecé a habitar el mundo de las redes y el mundo real como la mujer que soy: alguien con un éxito virtual y económico mediano, alguien que puede tomar café siempre que quiera pero no puede vivir en un barrio más lindo o una casa más grande, alguien que no se casó con su novio de toda la vida a los 28 ni tuvo un hijo a los 29 ni viajó a Tailandia tres veces. Hice la prueba radical de permitirme estar conforme con lo que tengo sin verlo como algo temporal. Quizás esta sea siempre mi vida. Quizás esos logros que veo en los demás nunca me toquen, quizás nunca pase a una etapa a la que otros pasaron hace tiempo. Fueron pasando las semanas y fui descubriendo que la idea no me parecía tan terrible.
Lady Bird existe como póster en mi habitación desde 2020 y he conectado con esta película desde muchos lugares, pero fue recién este año que logré contestar esta pregunta. ¿Y qué pasa si esta es mi mejor versión? ¿Está realmente mal? Por mucho tiempo me obligué a perseguir cosas que realmente quiero conseguir no tanto porque las quiera conseguir sino porque sentía que se lo debo a la gente que me quiere. Sentía que tenía que ser novelista, la esposa de un tipo artístico y divertido, madre de dos soles, no tanto porque estas sean cosas que me interesan (porque me súper interesan y no son mandatos ajenos) sino porque siempre había prometido que iba a tenerlas. De alguna forma, era esclava de un mandato propio. Aprendí gracias a charlas y llantos y abrazos que la gente que me quiere no necesita que yo sea novelista, esposa y madre. Quieren que sea feliz y me impulsan a buscar ser novelista, esposa y madre porque creyeron todos estos años cuando les dije que sería feliz el día en el que me convirtiera en esas cosas, pero les da lo mismo qué forma toma mi felicidad siempre y cuando sea sana y duradera. Me pregunto todos los días ¿qué pasa si esta es mi mejor versión? y descubro que nada cambiaría, que está todo bien, que me parece un buen trato.
Habitar las redes sabiendo quién soy y qué quiero lograr se parece a ir de compras buscando un jean negro talle 38 tiro medio 100% algodón. Entro, paseo, a veces saco de la percha un pantalón sastrero talle XS tiro alto de lino y pienso en que le quedaría bien a algunas amigas mías, les paso el dato, sigo caminando, encuentro el pantalón que quiero y me lo llevo. A veces no encuentro exactamente lo que quiero, entonces no me llevo nada. Entiendo lo que tengo, lo que me falta, lo que soy, lo que me gustaría ser, lo que estoy dispuesta a hacer para conseguir eso, lo que no pienso negociar. Ver las vidas ajenas en la pantalla cada vez me molesta menos, porque estoy muy segura de la vida que habito. Irme de Instagram un mes en estos términos no es una rehabilitación sino unas merecidas vacaciones, una reorganización de mi atención y mi tiempo. Les cuento todo esto porque no creo en demonizar las redes. Son lugares hermosos de encuentro y expresión. Nunca van a capturar el 100% de lo que uno es, pero sí pueden conectarnos con partes fantásticas de un otro que no conoceríamos de otra manera. También pueden ser el fósforo que prende fuego partes que nosotros ya tenemos bañadas en combustible. Todo puede ser un trigger en el mundo de las redes y es sano habitarlas con cuidado si estamos en un momento delicado. Pero creo que se puede ser persona, estar en paz y también estar en línea. Creo que es mucho más fácil cuando sabemos exactamente qué buscamos y no nos preocupa no querer hacer lo mismo que el resto.
Este mes me toca hacer la prueba de no publicar nada en ninguna de mis cuentas y confiar en el boca a boca y en los medios de difusión que uso por fuera de las redes. Hoy por hoy, mi cuenta personal funciona para hacer promociones de esta columna. Imagino que el tráfico al newsletter va a caer un poco, así que vengo a pedirles un favor y traerles un regalo. Si algo de lo que leen acá durante octubre les llama la atención, ¿pueden compartirlo con alguien que resuene? Si sus cuentas son de esas que llegan a personas como vos y yo, ¿pueden compartirlo también con sus seguidores? No creo que yo pueda vencer jamás al algoritmo, y eso me hace sentirme incluso más cómoda yéndome de Instagram por un mes, pero creo mucho en el marketing arcaico: compartir con tu gente lo que te hace bien. Si esto les hace bien, y sienten que quieren pasar el dato, lo agradecería mucho.
El regalo prometido es que a partir de ahora y durante todo octubre van a poder acceder a la suscripción anual con un 25% de descuento en
y si por esas casualidades de la vida tienen un grupo de 4 o más personas que quiere suscribirse al mismo tiempo, pueden acceder a un 50% de la membresía anual en
Durante todo octubre voy a estar escribiendo un diario de octubre como hice el año pasado. Pueden suscribirse si tienen ganas de transitar este mes conmigo. Si quieren participar de los espacios de Todo Nuestro, pueden escribirme un mail a todonuestro.todosuyo@gmail.com y voy a contestarles con mucha prontitud.
No voy a invitar a nadie a borrarse de las redes o seguir mis pasos porque no es el tipo de comunicación que me sale hacer, pero sí quiero decirles que mi vida se va a haciendo cada año más fácil cuando yo dejo de hacerla difícil pidiéndole que sea eso que no es. Ojalá ustedes encuentren también su forma de vivir una vida que cueste poco y se disfrute mucho.