Dicen que cuando uno quiere dejar ir un hábito, es importante estar atento a aquellas cosas que lo disparan, y el 14 de febrero es el disparador perfecto para que una chica que quiere dejar de compartir su vida en redes tire todo el progreso que tenía.
Toda la vida usé las redes como se usan los bares: lugares de búsqueda, de encuentro, lugares que me hacían sentir vista. No sé si es bueno o malo que mi necesidad de validación se pueda llenar con una sola persona. Supongo que es mucha presión para mi pobre novio, pero es la realidad. Desde que tengo sus ojos, mirando los míos, se me hizo muy fácil dejar de pedirle a los demás que me vean. Lo cual me lleva a concluir de forma lógica que si alguna vez me separo voy a 100% ser esa mujer que sube cada momento de su vida a redes, pero roguemos que no suceda.
El 14 de febrero debería ser, entonces, un día calmo para esa parte mía que necesita hacerle saber a la gente que existo, pero no es así. Hay un lado B de haber vivido como lo hice tanto tiempo. Quien nunca compartió mucho quizás no lo entienda. Quizás, incluso, le parezca una estupidez, pero sé que mucha gente como yo va a saber exactamente a qué me refiero. Aunque me dé vergüenza lo admito: temo que, si no comparto nada para San Valentín, la gente va a pensar que ya no estoy con mi novio, que hay algo que estoy escondiendo, que mi relación no es tan buena. Es contradictorio porque el momento que estoy viviendo es lo opuesto, y debería sentirse suficiente. Debería ser suficiente para mí saber que mi pareja y yo podemos sentarnos uno enfrente del otro con sinceridad y hablar de cualquier cosa abiertamente, decidir nuestros planes a futuro, discutir por esas cosas en las que después de un año seguimos sin coincidir, reírnos de anécdotas que ya nos contamos alguna vez. Debería ser suficiente pero no lo es para mi ego. Por muchos años, ser soltera me dio vergüenza. Creo que seguiría teniendo este sentimiento si no fuera porque alguien por fin me eligió. Y le quiero decir a todo el mundo eso: alguien me eligió. Me ama una persona, ¿podés creer? Después de todo este tiempo, después de todas esas personas que decidieron que yo no era para ellos, después de esperar por años que volvieran aquellos que hacía rato se habían ido, alguien me eligió, y sigue haciéndolo todos los días. Soy consciente de que esto es normal y también deshonroso. Mi relación es demasiado preciada como para que la convierta en algo que sirve un propósito tan egocéntrico. El amor cura, claro, pero ¿hasta dónde puedo estirar esta capacidad? ¿Hasta dónde estoy dispuesta a corromper lo mejor que me pasó para poder seguir escapándome del dolor que me genera recordar esas cosas que me gustaría no haber vivido?
Soy muy feliz con mi pareja y esto no alcanza para que me deje de doler no haber sido elegida por otros. Entiendo el orden del universo, sé que si las cosas hubiesen salido bien con A entonces nunca habría conocido a mi novio, sé que si B me hubiese dado la chance que le pedí yo sería una persona muy distinta a la que hoy me gusta ser. Pero el alma recuerda, y a veces sigue sangrando. Pensaba que ser elegida serviría de consuelo por todas esas veces que fui rechazada, pero me sigue doliendo pensar en esos hombres que me lastimaron sin querer, solo por no haberme amado. Sigo soñando con que aparecen y me piden perdón y me dicen que quieren volver a estar conmigo. A todos les digo que no, que ya es tarde. A veces soy condescendiente, a veces me río. Siempre me siento mejor. Estos sueños me curan una herida que sé que vengo curando hace mucho tiempo, que ni siquiera el amor de verdad pudo curar. Pero después me despierto, y recuerdo que existen personas en la otra punta de Londres o en algún departamento de Rosario que saben que pudieron haber hecho conmigo lo que quisieron, y me odio por haber sido esa persona y quiero volver el tiempo atrás y cambiar el pasado. Y como no puedo, encuentro calma en mostrar mi presente, con más fuerza que nunca, restregándoselo en la cara a personas que nada tienen que ver con esta historia, con la mera esperanza de que algún día alguno de todos esos hombres que me quisieron menos de lo que yo los quise a ellos decida recordar que existo, y entre a buscar mi nombre, y entienda que alguien sí me eligió, y piense, quizás por primera vez, que al final había algo en mí que valía la pena conocer.
Hoy no es jueves y esta no es la columna de la semana sino algo que sentí que quería decir. Porque necesito decir en algún lado que estoy feliz. Que hoy es un día como cualquier otro, pero a la vez no, porque es el día de los enamorados y por primera vez estoy enamorada de alguien que sabe honrar ese sentimiento. Y tengo 31 años y sigo sintiéndome mal por esas nenas que no quisieron ser mis amigas cuando era chica, y todavía cierro los ojos con fuerza cuando recuerdo la desesperación que cargué por años, buscando ser amada.
El tiempo no va a volver atrás y yo no puedo cambiar esas historias que ya pasaron. No importa cuan amada me sienta, en el fondo de mí hay un recuerdo de todas esas veces en las que no fui suficiente. Quizás siempre cargue la vergüenza, quizás algún día me pueda reír de ella. Me alcanza con saber que en el pasado hacía lo que hacía porque estaba buscando en esos hombres algo más. Sé que me pasé años pidiéndoles que sacaran de adentro mío lo que yo no quería cargar. Existe un solo hombre que amé y amo sin pedirle nada a cambio. Es el hombre que sigo eligiendo incluso después de descubrir que nuestro presente no cura mi pasado. Es el único amor que sentí suficiente en sí mismo, y me aferro a esto porque sí ayuda. Pienso en todos los que pasaron y sé que les di cosas que no puedo recuperar pero no les di esto. No les di mi amor sincero. Quizás para ellos no haya ninguna diferencia, pero para mí alcanza para que algunas cosas encuentren su lugar.
Si te gustó este texto, te invito a leer otras ediciones de Todas Nuestras Palabras que giran alrededor de esta temática. Una especie de playlist literaria, para el que necesite un poco de amor este 14 de febrero.