La escritura ya no es mi amiga. Dejó de serlo hace muchos años, cuando decidí casarme con ella. Mi papá a veces dice que mi mamá es su novia y siempre me dio ternura. No pude hacer eso con mi escritura. Nos comprometimos y seguimos siendo felices juntas, a veces, pero ya no me perfumo para sacarla a pasear. Usamos nuestro tiempo juntas como una pareja casada hace años. Sabemos que el tiempo libre que encontramos le corresponde a la relación, porque es la única forma de mantenerla viva. Caminamos los domingos, paramos a comprar flores. Tenemos charlas largas de madrugada, esas charlas que cuestan y que no le gustan a ninguna pareja. No sabemos adónde estamos yendo, no entendemos si nos toca ir juntas, no imaginamos estar separadas. Vamos a terapia para que no se acumule el peso de todo lo que no sabemos decir. Vamos a terapia porque no nos gusta rendirnos, pero sobre todo porque sabemos que nunca vamos a encontrar nada como lo que existe cuando nos queremos. A veces hacemos cosas para prender la llama de la pasión una vez más. Nos escapamos espontáneamente a un café, nos encontramos en la vía pública y nos amamos con una pasión que creíamos perdida, adelante de extraños, y damos luz a un cuento. La gente que nos conoce sabe que nos cuesta, que no es fácil sostener una relación tantos años. Dicen que incorporar juguetes sirve, y hace poco nos regalaron un teclado de esos que hacen ruido a máquina de escribir. Lo probamos y funciona, pero estamos en un mal momento y no nos dan ganas de usarlo. Probamos todo y vamos a seguir probándolo, porque es preferible esforzarse que perderse. Porque a ninguna le interesa vivir en un mundo sin la otra.
Las tendencias sugieren el poliamor como alternativa a la rutina. Es nuestro manotazo de ahogado y estamos listas para darle una chance. Buscamos en internet, el lugar donde todo se encuentra, y descubrimos a una señorita que podría jugar muy bien con las dos. Ella es apasionada, joven para nosotras que nunca la conocimos pero experimentada en el arte de las letras. Ella es divertida incluso cuando llora, exótica e impredecible. Ella nos saca a pasear a las dos, juntas y por separado, y nos hace olvidarnos por un rato de lo difícil que es sostener un matrimonio de tantos años. A veces duerme en el medio de ambas, dándonos una mano a cada una, manteniéndonos unidas por el sentir que nos devolvió.
La poesía es la chica que vino a cambiarlo todo, y quiero ahora convertirme en una vocera del amor libre y explicar cómo algunos terceros no entran en discordia, cómo pueden revivir el amor con su arte aprendiendo a amar a alguien más. Ojalá les lo que tengo para decir hoy salve más matrimonios además del mío. Pasen y lean.