Hace casi seis meses cumplí 29 años y, como toda mujer de bien, empecé a considerarme alguien de 30. No entiendo muy bien por qué lo hago. Me imagino que un poco es porque necesito acercarme a la ilusión de que mi vida no se va a terminar cuando pase a la próxima década, que las cosas más extraordinarias y excitantes no están solo en mi pasado.
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