Me fui buscando no ser profeta sino grande, y lo que encontré fue un camino diseñado para encogerme. Encogerme frente a aquellas personas que tenían mundos digitales mucho más enormes que el mío, encogerme frente a las oportunidades de hacer algo que impactara concretamente en el mundo, encogerme frente al desafío de aceptar la realidad que a uno le ha tocado. Volví a mi tierra entendiéndome como alguien pero sintiéndome nadie, una persona que no había logrado nada en el lugar que realmente valía la pena: Rosario, sí, pero sobre todo la esfera real donde el otro existe cara a cara. Por eso (…) no me podía poner el traje sin sentirme ahogada. Porque la mujer que había cosechado logros y cargaba un nombre mencionado por desconocidos no existía en el suelo. Existía solo en esa esfera digital, existente pero difusa. Un holograma intocable.