He pensado en cómo se siente desde adentro tener una vida armónica. No puedo imaginármelo. Sé que en la incomodidad encontré el propósito de mi escritura. Escribo porque en mis mejores días sigo teniendo tristezas que siempre serán tristes. Escribo porque todavía no encontré las palabras. Escribo porque solo así encuentro una forma de habitar la nostalgia.
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Pensando en voz alta, por
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Club de cine, por
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Carta de la editora
Links Útiles
Este es un newsletter largo, que se disfruta mejor si se lee en una sola sentada sin interrupciones. Te recomendamos reservarle una mañana tranquila, o quizás una noche estrellada tomando helado. Si este instante te encuentra con el espacio para leernos, sos bienvenido. Ya podés empezar a leer.
Pensando en voz alta, por
Algunas verdades existen en simultáneo.
Tengo mucho para decir. No puedo escribir ningún párrafo que tenga sentido.
Estos últimos cuatro meses fueron los más lindos de los últimos dos años. Estos últimos cuatro meses fueron los más tristes de los últimos dos años.
Mi relación es un sueño hecho realidad. A veces sueño que estoy soltera y me encuentro con los hombres que amé antes de mi novio.
Me despierto sintiendo culpa. Me despierto sintiendo nostalgia.
Estoy leyendo mucho y esto despierta a mis personajes dormidos. Hace meses que no abro el archivo de esa historia.
Sé que no existe la vida perfecta. Me angustia ver vidas que parecen perfectas.
Le debo mi identidad a haber nacido en Rosario. Le debo mi identidad a haberme ido de ahí hace 6 años.
Lo que pasó en 2023 todavía me atormenta. Lo que pasó en 2023 me trajo todo lo bueno que tengo ahora.
Sin mi esfuerzo, no tendría lo que tengo. Sin suerte, el esfuerzo no hubiese alcanzado.
Estuve esperando un mes para escribir sobre las contradicciones. Me senté a darle forma al texto y lo único que encontré fue esto.
Algunas verdades existen en simultáneo. El espacio que queda en el medio me resulta incómodo. Querría que solo una de ellas existiera. A la otra la dejaría como una fábula, una alternativa, un agradecimiento de lo que por suerte no es verdad. Pero es verdad. Todo esto es verdad. Estos meses lindos llenos de tristeza. Estas ideas llenas de vida y vacías de palabras. Una realidad que soñé cruzada con sueños de realidades anteriores.
En esas vidas perfectas que veo en mi pantalla hay de todo menos incomodidad. Hay lugar para un escritorio de pie pero no para las contradicciones. Todo parece marchar acorde a un plan divino. La tristeza se convierte en lección entonces deja de ser tristeza, y la vida perfecta sigue siendo perfecta. Las ideas llenas de vida parecen siempre convertirse en palabras. La realidad soñada es tan palpable que no queda espacio para la nostalgia.
He pensado en cómo se siente desde adentro tener una vida armónica. No puedo imaginármelo. Sé que en la incomodidad encontré el propósito de mi escritura. Escribo porque en mis mejores días sigo teniendo tristezas que siempre serán tristes. Escribo porque todavía no encontré las palabras. Escribo porque solo así encuentro una forma de habitar la nostalgia.
Sería más fácil vivir en un mundo donde todo sale acorde al plan, donde lo que quiero y lo que necesito son sinónimos, donde no tengo que sortear obstáculos porque puedo convertirlos en bendiciones. Sería más fácil pero para mí sería imposible. En mi mundo hay demasiadas personas, todas ellas distintas. Son personas que me obligan a cambiar mis planes y elegir entre lo que es mejor para mí y lo que es mejor para nosotros. Son personas que vienen con obstáculos bajo el brazo. Se suman a los míos, y nos faltan las bendiciones. Nos faltan las bendiciones pero nos sobra el tiempo. El tiempo para hacerle lugar a la incomodidad de saber que dos verdades pueden existir en simultáneo.
Dos verdades pueden existir en simultáneo
Como el hecho de a veces espero el sol toda la semana y cuando sale me quiero quedar adentro.
Como el hecho de que para terminar con el dolor de la agonía hay que darle espacio al dolor del final.
Como el hecho de que quería decir muchas cosas este mes, cosas inteligentes, cosas sensibles, pero en estos cuatro meses llenos de vida me encontré con una tristeza fragmentadora, y mi mente no puede darle palabras, no puede encontrar el hilo.
Como el hecho de que no puedo encontrar el hilo, que el hilo quizás no exista, pero sigo queriendo escribirlo.
Both of these things can be true, there is happiness, por
Es lunes, son las 8 de la mañana y estoy en un aula llena de chicos. Arranca mi rutina. Empiezo siempre tomando lista. No puedo empezar de otra manera, es mi momento para ir llegando de a poco, no me gusta arrancar la mañana de manera abrupta. Apoyo en mi escritorio mi vaso térmico con té, otra de mis anclas a la calma. Mis alumnos ya saben que no funciono sin él. La clase en sí puede tomar infinitos caminos; sé hacia dónde ir, lo que nunca sé es cómo llegaremos, no depende de mí. Estoy donde quiero estar.
Es lunes, son las 8 de la mañana y estoy en mi cama con mi bebé al lado. Arranca mi rutina. Empiezo siempre cambiándola. No puedo empezar de otra manera, es mi momento para ir llegando de a poco, no me gusta arrancar la mañana de manera abrupta. Después pongo la pava para prepararme mi té con leche, si tengo suerte lo voy a tomar caliente, si no, tendré que esperar a que ella termine de comer, no depende de mí. Estoy donde quiero estar.
Es martes, son las 6 de la tarde y me estoy preparando para dar mi clase en el taller de escritura. Es uno de mis días más esperados de la semana, junto a los sábados a la mañana. Doy clases en el espacio que preparé para escribir: la habitación azul con mi escritorio decorado, el gato acostado detrás de la computadora y un té al lado. Me gusta que el ambiente acompañe mi práctica, me ayuda a conectarme con ella. La clase sale tal como la planeé. Todo parece estar cronometrado.
Es martes, son las 6 de la tarde y la bebé está durmiendo. Hace días que no dormía sola en su cuna así que hoy que sucedió no sé cómo reaccionar. Se me abre un mundo de posibilidades, podría merendar, escribir, bañarme, ordenar. Decido escribir y apoyo la computadora en el único rincón vacío de la mesa, entre el mantel lleno de migas y el cambiador. Pienso si podría sacudir el mantel pero haría ruido con la puerta y eso puede despertarla. No sé cuánto tiempo tengo, no puedo dudar. Me siento y escribo. Lo importante es la práctica, no el lugar.
Es miércoles y trabajo online (o mejor dicho, ¡trabajo en pijama!). Me gusta porque estar fuera de casa me drena la energía, así que después de varios días de salir, hoy es el día en el que me permito descansar.
Es miércoles y tengo un turno médico (¡por fin salimos y me saco el pijama!). Me entusiasma porque hace semanas que estamos adentro y aunque no lo creía, necesito un poco de aire.
Es jueves y hace días que no hago lo que quisiera. El trabajo me está marcando el ritmo de mi vida y yo aunque sea quería escribir un rato. Me angustio porque siento que tampoco pido mucho, pero entiendo que ya podré tener más tiempo para mí.
Es jueves y hace días que no hago lo que quisiera. La bebé necesita estar en brazos y yo aunque sea quería poder planchar su ropita. Me angustio porque siento que tampoco pido mucho, pero entiendo que ya podré tener más tiempo para mí. Enseguida me entrego a su voluntad y descubro que no hay mejor plan que acostarme con ella.
Es viernes y decidimos salir a cenar. Lo venimos planeando desde el lunes, esperamos este día toda la semana. Ya sabemos dónde vamos a comer, qué vamos a pedir, y hasta a qué hora vamos a ir. A mí me gusta mucho planear las cosas, me hace sentir que soy la dueña de mi tiempo.
Es viernes y la bebé tiene un turno médico. Nos preparamos con tiempo, pero salimos de casa bastante livianas porque vamos a volver en un par de horas. Después del control aprovechamos a pasar por la casa de los abuelos, ya que estamos cerca nos vamos al centro a cambiar un regalo, y como está dormida nos permitimos pasear un poco más. De pronto nos da hambre, se abre la posibilidad de salir a comer, pero con una bebé tan chiquita, ¿podremos? Nos arriesgamos. Sale bien. Entendemos que no hay nada malo en que ahora sea ella la dueña de nuestros tiempos. A veces lo improvisado sale mejor.
Hace tres meses que camino entre contradicciones. Mis días son largos y cortos a la vez, puedo llorar y reír con diferencia de un segundo, tengo crisis de identidad todos los días: me gusta mi nueva vida aunque a veces extraño mi vida anterior. Dos cosas que parecen opuestas pueden ser verdad a la vez. Aparece nuevamente una frase que me guió por años, más acertada que nunca: “Do I contradict myself? Very well then I contradict myself, (I am large, I contain multitudes.)”
A veces siento que pasé años escribiendo, intentando descubrir quién soy para perderlo en un segundo. Pero luego entiendo que en realidad no perdí nada. Todo lo que fui aún habita en mí, aunque no pueda verlo todo el tiempo. No perdí, sino que gané una nueva versión de mí misma. Descubrí que en verdad quién era no es lo importante, sino quién estoy aprendiendo a ser.
La experiencia humana, por
Hoy quisiera exponer una verdad que no muches defensores de la buena mesa se animarán a compartir en voz alta, por más que se identifiquen.
Soy Luján, soy cocinera y como ultraprocesados. Me encantan las salchichas (si son ahumadas y con piel, mejor) y el ramen de paquete (preferentemente coreano).
Instintivamente, me apuro a aclarar que los paquetes no son la base de mi dieta, que no pretendo hacer apología de la comida chatarra y que, les juro, no soy un monstruo insalubre. Ni todas las salvedades del mundo, empero, podrían protegerme del aluvión de críticas por mi honestidad. Para muches, resultaría un pecado admitir sus consumos reales.
De cualquier modo, decido plantarme en la vereda opuesta de les referentes gastronómicxs perfectxs, es decir, deshonestxs. Les de conducta aparentemente intachable, comprometides con la “pureza” en el plato. Me niego a reproducir las conductas alimentarias restrictivas de siempre, esta vez en nombre de una supuesta salud suprema.
No se puede esperar absoluta coherencia en nuestro comportamiento. Somos personas, no avatares generados con IA. La discrepancia entre lo que queremos y lo que podemos hacer nos enfrenta a una realidad ineludible: somos falibles y no podemos controlarlo todo, ni siquiera (o sobre todo) nuestro propio deseo. La contradicción es parte natural de la experiencia humana.
Dicho esto, identifico constantes en mis contradicciones. Disfruto comer autoprocesados, claro, pero casi siempre los accesorizo, es decir, les agrego ingredientes que les sumen textura, sabor y complejidad. Este enfoque se aprecia claramente en mi Rabokki, la receta narrativa de hoy. Al paquete de ramyeon (ramen coreano), le sumo proteínas y vegetales que lo transforman en una comida contundente.
Te comparto mi versión solo a modo orientativo; el plato admite todas las variables que tu alacena y heladera permitan. Si no contás con los ingredientes coreanos que menciono, ¡no te desanimes! Podés reemplazar el gochugaru por ají molido, por ejemplo, y los tteok por pedacitos de salchicha (combinando mis dos pasiones, por mucho que les pese a les higienistas de la cocina).
RABOKKI
Ingredientes (para dos porciones)
· 1 paquete de ramen instantáneo
· 2 tallos de verdeo picado
· 1 diente de ajo picado
· 1 bok choi (o espinacas) en cuartos
· 1 zanahoria en rebanadas finas
· 2 hojas grandes de repollo blanco, en rebanadas finas
· 1 puñado de tteok (ñoqui de arroz coreano), previamente remojados en agua hirviendo
· 2 huevos duros, cortados al medio
· 1 cda de gochujang (pasta de chile coreana fermentada)
· 2 cdas de salsa de soja
· 1 ½ cdas de azúcar
· 1 cucharadita de gochugaru (chile en polvo coreano)
· 100 gr de mozzarella
· C/N de semillas de sésamo y aceite de sésamo
1. En una sartén amplia y de borde alto, colocar 3 tazas de agua, el caldo en polvo del paquete de ramen, el ajo, la soja, el azúcar, gochujang y gochugaru.
2. Una vez que hierve, revolver bien para integrar y sumar todos los vegetales, los tteok y los fideos.
3. Cuando la pasta esté aún muy al dente, apagar el fuego y sumar los huevos duros y la mozzarella. Tapar y dejar reposar 3’.
4. Terminar con algunas gotas de aceite de sésamo y semillas de sésamo. Servir directamente con la sartén en la mesa y bowls individuales para cada comensal.
Anora (2024): el peso de la contradicción, por
Cada tanto me pasa que no sé si una película me gustó o no cuando termino de verla. Determino que quizá no me gustó porque si me gustara, lo sabría. Sí, eso pienso y me convenzo. Pero con el paso del tiempo me contradigo, porque sigo pensando en esa película que no me gustó, entonces quizá sí me guste porque me dejó pensando. Después pienso que quizá no sea cuestión de determinar nada y dejar que la película flote como un recuerdo. Una de esas películas es Anora, protagonizada por Mikey Madison y dirigida por Sean Baker.
Anora dio de qué hablar así que quizá sepan de qué va la trama, pero para quien no, Anora sigue la vida de una joven estríper y trabajadora sexual de Brooklyn a quien la vida “le sonríe” cuando conoce a un joven e inmaduro heredero ruso y después de una semana de trabajo, diversión y descontrol, él le propone casamiento y ella, ilusionada y feliz, dice que sí. Empieza a sonar “The Greatest Day” y todo es luces de neón, abrazos, risas, diamantes y stay close to me. Es el día más increíble hasta que, muy claramente, ya no lo es.
De Anora se dijo que romantiza el trabajo sexual y cosifica a las trabajadoras sexuales. Yo discrepo de esa idea (que me parece viene de la mano de creencias moralistas y puritanas, pero no voy a ahondar en eso ahora). Mi problema va por el lado del tono, que es lo que no me terminó de cuadrar. Cuando las noticias de que el heredero se casó con una chica de la noche llegan a Rusia, a la casa de Anora llega la realidad. Ese matrimonio no puede existir. Ese marido no es el que ella esperaba que fuera. Ella no es la esposa que quería ser. Anora se resiste y da pelea. Seguramente supo de muy chica que los cuentos de hadas no existen, pero quería aferrarse un poquito más a la posibilidad de que sí. Queda sola en una casa que no es la de ella con tres hombres que no conoce (y si los conociera, tampoco sería garantía de nada, seguro piensa). Los hombres solo están ahí para hablar con el heredero, pero después de una serie de “confusos movimientos” típicos de los géneros de comedia screwball (esa en la que pasa una cosa, y después sin querer pasa otra, y así y así) y comedia slapstick (esa en la que lo gracioso son los golpes y las caídas), Anora queda atada de manos y amordazada en un sillón, con un ruso de ojos buenos sujetándola. El cine explotaba de la risa. Y yo no entendía. ¿Qué de todo esto debía causar gracia? ¿Que ella no estuviera realmente en peligro, pero creyera que sí? ¿Que los hombres quedaran sorprendidos de su fuerza? ¿Esto se supone es un retrato humano del trabajo sexual? Más que romantización y cosificación, pareciera falta de conocimiento.
Anora se ve obligada a acompañar a los hombres en una odisea helada que dura un día entero. Su cara está cada vez más desfigurada, mientras que los hombres reniegan de un muchachito estúpido que los hace pasar penurias. Golpes, fríos y vómitos. De vuelta las risas en el cine. Pero ninguna penuria es tan grande como la que se le viene a Anora, que ya entendió que va a tener que volver a la vida que quiso dejar atrás.
Sean Baker se ganó cierto lugar en Hollywood por escribir y dirigir películas sobre personas marginalizadas, como lo hizo con Tangerine o una forever favorite, The Florida Project, pero acá pareciera que sus intentos de acercar al público a los rincones oscuros de la noche hicieron de Anora una caricatura. No quiero caer en escenarios hipotéticos y reduccionistas, pero me pregunto qué tan diferente sería la historia si no la contara un hombre. ¿Sería más oscura? ¿Menos fantasiosa? ¿Más descarnada? ¿Existiría acaso tal historia? Me pregunto todo esto y caigo en la cuenta de que Anora nunca va a poder flotar como un simple recuerdo.
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Para que aproveches este mes:
Te invitamos a La Ronda, un espacio de exploración narrativa para principiantes curiosos y escritores comprometidos! Si te sumás a nuestro espacio, vas a tener 4 clases para explorar un concepto narrativo usando la temática del mes como hilo conductor.
En mayo vamos a explorar el uso de la caracterización de personajes a través de la temática 🌀 CONTRADICCIÓN 🌀, escribiendo alrededor de los actos imperdonables, propios y ajenos.
Este mes te proponemos:
🌀 Estudiar un cuento y analizar los detalles con los que se caracteriza a sus personajes.
🌀 Trabajar el uso de la caracterización para darle textura a un relato (propio o de ficción).
🌀 Terminar el mes escribiendo un pasaje que pueda convertirse en un ensayo o en parte de tu novela.
Te invitamos a Siempre es Hoy: un encuentro para repensar nuestra forma de habitar el tiempo y existir en el mundo. La cita es el domingo 8 de junio a las 10hs ARG/14hs UK y sus puertas están abiertas para cualquier persona que quiera poner en práctica su imaginación para repensar su forma de habitar el aburrimiento, conectar con sus placeres e interactuar con la realidad y con los otros. Mediante ejercicios guiados y recursos narrativos, vamos a preguntarnos:
🪷 Cuán nuestra es nuestra atención.
🪷 Cuál es la diferencia entre una inspiración y una imposición.
🪷 Qué nos enoja de los mundos digitales y cómo podemos convertirlo en acción.
🪷 Qué formas alternativas hay de existir en internet.
🪷 Cómo podemos existir en la realidad sin abrumarnos.
Este encuentro se valúa mediante una escala de pago solidaria. Ofrecemos la opción de abonar vía Mercado Pago para las personas no bancarizadas y cupos subsidiados para aquellos que no pueden correr con este gasto.
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Carta de la editora
No me queda mucho más para decir en esta ocasión. Como expresé en el ensayo descontracturado de este mes, tengo las ideas un poco fragmentadas. La realidad se siente precaria y endeble en este momento, y mi cerebro parece estar operando bajo las mismas reglas. Al mismo tiempo, como no podía ser de otra manera en este mes, la realidad se siente dulce y prometedora, tranquila después de mucho tiempo de turbulencias. Los pilares se caen y yo despego. Yo despego y los pilares se caen.
Quería escribir sobre esto. Sobre la solidez que estoy encontrando en un presente que parece hecho de arena. No pude. Las ideas aparecieron pero se desmoronaron. Ojalá pueda, en algún mundo. Las ideas se desmoronaron pero siguen apareciendo.
Hasta el mes que viene,
Juana
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