En mis 20s, habitar la muerte del presente se me hacía insoportable. Sabía que por definición serían los años más emocionantes de mi vida, y la idea de no estar aprovechándolos como quería y dejarlos pasar sin honrarlos me torturaba. Supongo que es por esto que me la pasaba escribiendo, sacando fotos, generando recuerdos, guardándolos en lugares seguros. No me alcanzaba con vivir las cosas una sola vez, y necesitaba encontrar formas de poder volver el tiempo atrás cuando lo extrañara. Ahora que estoy a punto de cumplir 32, entiendo que vivir así no me trajo el alivio que necesitaba. En lugar de ayudarme a aceptar la muerte, propia y del instante, me encerró una búsqueda por una inmortalidad imposible. Como le pasa a los villanos de las historias, me la pasé sacrificando lo real para poder alcanzar una fantasía. En lugar de ahorrarme nostalgia, la fui acumulando. Ahora, cuando miro hacia atrás, me da pena haber pasado tanto tiempo dejando registro cuando podría haber estado viviendo.