EWIGKEIT
Torne en mi boca el verso castellano
a decir lo que siempre está diciendo
desde el latín de Séneca: el horrendo
dictamen de que todo es del gusano.
Torne a cantar la pálida ceniza,
los fastos de la muerte y la victoria
de esa reina retórica que pisa
los estandartes de la vanagloria.
No así. Lo que mi barro ha bendecido
no lo voy a negar como un cobarde.
Sé que una cosa no hay. Es el olvido;
sé que en la eternidad perdura y arde
lo mucho y lo precioso que he perdido:
esa fragua, esa luna y esa tarde.Jorge Luis Borges
En mis peores pesadillas, pierdo la memoria. Me encuentro en un lugar que reconozco, con las personas de siempre, pero sé que me falta algo. Sé que es el amor. Le comento a la amiga que sea que acompaña esa escena lo que me pasa: creo que estoy enamorada pero no me acuerdo de quién. En el mejor de los casos ella me contesta que no, que estoy equivocada, que no estoy enamorada de nadie, que sigo estando soltera, abierta a conocer a alguien. En noches particularmente horribles, la respuesta es desoladora: sí, de él. Mi amiga anuncia estas palabras con una sonrisa y señala a alguno de los hombres de mi pasado, esos que incluso cuando todo andaba bien me hacían sentir, en el fondo, que todo iba a salir mal. No, no, digo yo. No estoy enamorada de él, ya no, ahora hay alguien más. Sé que hay alguien más. No sé quién es, pero sé que lo conozco. Sé que lo amo, solo tengo que volver a encontrarlo. La condescendencia que aparece en los ojos de quien tengo enfrente es demasiado fuerte como para que yo pueda tolerarla, y a esta altura del sueño suelo despertarme. Vuelvo a la realidad transpirada, angustiada, pero me alcanza con mirar al lado mío en la cama y encontrar a mi novio para saber que todo fue una pesadilla. No lo olvidé, no todavía.
Tengo motivos para tenerle miedo al olvido. Cualquier mujer levemente romántica que haya visto The Notebook lo tiene pero yo tengo una historia clínica familiar que vuelve real la amenaza. De mi bisabuela no me acuerdo mucho pero sé que en sus últimos años confundía los nombres. Le cambiaba los nombres a sus hijas y estaba convencida de que mi mamá era la segunda esposa de mi papá. “Esta me cae mucho mejor que la otra, que no te deja ver a los chicos,” dicen que le dijo alguna vez. No sé quiénes dicen. Lo hablé hace poco con mis padres y ellos no se acordaban, pero no me creo capaz de haberlo inventado. Se lo preguntaría a mi abuela, pero ella ya no está. Se lo preguntaría a mi abuelo, pero tampoco está, y si estuviera no se acordaría.