La temática de este mes es, en comparación con las anteriores, más concreta y absoluta. Puedo llevar la honestidad, los espejos, el movimiento y la naturaleza para donde quiero, pero la herida solo puede ir hacia un lugar: el dolor de un corte, que se encuentra casi exclusivamente en el pasado. Se me hace imposible soportarla en presente como latente y real, y es por eso que cuando el dolor es nuevo y la herida sangra, la ansiedad de sanar lo más rápido posible me hace imaginar un futuro donde esa herida es una historia, donde el dolor es recuerdo.
Pocas veces pude hablar de mis heridas cuando todavía eran un corte, y nunca pude escribir sobre ellas con la perspectiva que necesito para escribir como me gusta escribir a mí. Cuando hice exorcismos literarios, buscando curar eso que todavía me ardía, mis textos salieron desarmados, desesperados. No existe orden cuando existe el dolor, eso quiero decir.
Links útiles: mis talleres de escritura, mentorías individuales, Patreon, recursos de escritura gratuitos, catálogo completo de Todas Nuestras Palabras, COMPRÁ MI LIBRO ❤️
En foco: El Arte del Newsletter, un taller on demand para que te desarrolles en el oficio de la escritura y construyas una audiencia online
Especial de este mes: ¿Qué decisiones tomás como escritor? - asistí al sexto encuentro de Equipo Newsletter este 22/04
Pensé mucho qué escribir este mes. No estoy en un momento en el que me duela algo, no creo que en el futuro vaya a encontrarme con heridas que puedan serle atribuidas a algún corte de este momento. Pero estoy, después de mucho tiempo, emergiendo y pudiendo darle palabras a lo que hasta ahora era solo una presión en el pecho, una pena en el alma. Estoy convirtiendo el dolor en herida, y estoy empezando a habitar ese espacio que durante mucho tiempo solo pudo ser un futuro. Hoy, que me dejaron de doler algunas cosas, puedo escribir con orden algunas cosas. Y en la escritura ordenada, encuentro el orden adentro mío. Se siente como poner algunas piezas de vuelta en su lugar, tomar unos pasos hacia atrás y reconocer qué forma tiene la imagen que estoy mirando.
Para esta edición voy a pensar en voz alta y dejarles algunos retazos de lo que me convoca alrededor de esta temática. Además, Sofía Dómine Fantasía, coordinadora de Terapia Creativa nos trae su interpretación de la temática. Como hace algunos meses, les traigo una receta de la casa, un club de cine por escrito y un poco de escritura terapéutica.
Pensando en voz alta
Son más las cosas que me gustan de mí que las que preferiría cambiar. No fue así siempre. Existió una época, hace pocos años, en la que suscribía a la idea de que nada que otra persona pudiera decir de mí iba a dolerme tanto como mis peores críticas, pero ya no soy esa persona. Dejé de serlo con la edad y con el tiempo y hoy noto con alegría que no guardo casi heridas de esa época en la cual mi identidad era sinónimo de lástima y errores. Hay cosas de mí que quiero cambiar y cosas que entendí que no voy a cambiar nunca. También hay cosas que están en el medio de estas dos listas, que todavía no me animo a pasar a la segunda porque quizás estoy a tiempo de cambiar, pienso, quizás todavía no es momento de resignarse. Lo importante es el balance final, y me da positivo. Son más las cosas que me gustan de mí que las que preferiría cambiar. Una de mis preferidas es mi forma de transformar el dolor en historia. Sé que por momentos complica las cosas, pero la mayoría del tiempo me salva la vida. Mi forma de ver las cosas, casi cayendo en el cliché del “si sucede conviene”, me rescata. No sé si me siento así porque soy escritora o si soy escritora porque naturalmente me siento así. Motivos de lado, lo agradezco. Sé que tendría muchas más heridas si no me resultara fácil convertir la pena en oportunidad.
Supongo que es por esto que me cuesta reconocer como herida el hecho de que mis últimas decisiones enormes hayan pasado por deseos ajenos. De enero a esta parte fui desarmando mi vida y armándola de vuelta de formas que no podría haber previsto en diciembre. Tomé cada golpe como una señal y encontré en el piso, después de cada caída, una puerta nueva que podía abrir. Podría seguir con las metáforas pero empiezo a enredarme y se pierde el punto. El punto es que de enero a esta parte dejé de vivir en mi departamento porque una de mis compañeras de piso eligió enemistarse conmigo, me fui de Londres porque encontrar un alquiler que puedo pagar es imposible y me corrí del centro de mis talleres porque ya no son económicamente rentables después de cuatro años e incontables crisis. Mi vida fue a grandes rasgos igual durante al menos tres años y medio y de pronto en tres meses todo lo que entendía como real dejó de serlo. Y ahora estoy mejor, mucho mejor de lo que estuve durante esos tres años, me digo y me repito para que no me duela tanto el golpe brusco. Gracias a que me fui de mi casa vivo con la persona que amo y puedo dormir ocho horas de corrido porque sé que afuera de mi habitación no me espera ninguna amenaza. Gracias a que me fui de Londres vivo en una ciudad chica o pueblo grande donde puedo acceder a una calidad de vida que por años me fue negada. Gracias a que di un paso al costado con mis talleres y empecé a cerrar propuestas y delegar responsabilidades tengo el tiempo para decidir cuál es el próximo paso que quiero dar, ese que se alinea con lo que soy y quiero proyectar. Estoy mucho mejor y mucho más estable de lo que estuve durante mucho tiempo y hoy cargo con la certeza absoluta de que todo lo que me estuvo pasando en estos meses fue lo mejor que me podía pasar, pero no puedo lograr que me deje de doler la forma en la que se dieron las cosas.
¿Querés conocer nuestra comunidad? Nuestro taller grupal, Terapia Creativa para Escritores, cambia de nombre y se compromete con su propósito - ahora nos encontramos semanalmente en La Ronda. En este espacio de exploración narrativa para principiantes curiosos y escritores comprometidos traemos clases dinámicas para que trabajes la temática de este newsletter y te conectes con otras personas que compartan tus búsquedas e intereses. Podés sumarte a una clase de prueba y comprobar si el espacio es para vos.
Es la primera vez que logro decirlo así. Hasta ahora, intenté esquivar este lenguaje. Me cuesta reconocer el dolor y estos últimos meses vienen siendo dolorosos. Fue doloroso no poder despedirme de mi departamento en soledad, no poder darme una última noche durmiendo en mi cama, no poder escribir en mi escritorio por última vez. Fue doloroso tener que volver un día y destrozar el hogar que había armado a contrarreloj porque no quería pasar una noche en presencia de alguien que me había acosado por meses. Fue doloroso cambiar mi dirección y entender que ya no vivo en Londres, tener que tomarme un tren y pensar que ya no estoy yéndome de viaje sino volviendo a casa y esa casa no está donde yo preferiría estar. Es doloroso entender que no tengo ningún amigo al que puedo llamar para tomar una cerveza improvisada un viernes. Es doloroso darme cuenta que por primera vez en mi vida no vivo en una ciudad con río. Es doloroso leer cada uno de los correos que me mandan mis alumnas diciéndome que ya no tienen plata para aprender conmigo. Es doloroso saber que tardé cuatro años en darle forma a algo que hoy ya no puede sostenerse. Es doloroso descubrir que parte del atractivo de mi proyecto tenía que ver con el contexto virtual que se vivía, y que ahora que las cosas cambiaron las personas prefieren invertir su tiempo y dinero en otra cosa. Es doloroso saber que construí un sistema para trabajar de forma solidaria e inclusiva y que eso sigue siendo insuficiente para que la gente pueda acceder a mis propuestas. Es, sobre todo, muy doloroso sentir que de alguna forma me estuve mintiendo a mí misma, diciéndome que estaba construyendo una vida independiente cuando en realidad me até más que nunca a las convenciones sociales de la gente de mi industria, jurando que estaba viviendo en armonía con mi práctica cuando en realidad nunca tengo tiempo para trabajar en mi novela, sintiendo que había por fin encontrado el trabajo perfecto para mí solo para terminar entendiendo que actualmente soy más entrepreneur que profesora. Esto último me da por momentos ganas de salir corriendo y otras veces ganas de llorar, aunque la mayoría de las veces me hace reír.
Me pregunto de dónde sale esta necesidad de convertir el dolor en cuento o bendición, esta manía de no dejar que la herida sea herida, y que duela, y que sangre. Y no puedo tener respuestas generales a todo esto pero sí estoy empezando a entender que en el caso de esta herida concreta que se empezó a formar alrededor de los cortes de los últimos meses la respuesta es la vergüenza. Me da vergüenza haberme ido de mi casa porque una de mis compañeras me tomó un odio personal, me da vergüenza no poder vivir en Londres, me da vergüenza que mi negocio ya no sea lucrativo. Entiendo que nada de todo esto es mi culpa, que las razones concretas son las más nobles que me han tocado hasta ahora: todos los que se cruzaron con mi compañera están de acuerdo en que la errada es ella, nadie que yo conozca puede afrontar hoy un alquiler decente en zona 2 en Londres, mi trabajo depende mayormente de un país que está teniendo una crisis atroz. Son cosas que se escapan a mi control pero no dejan de darme vergüenza, y por eso no quiero que se conviertan en herida. No quiero reconocer que todo esto me pasó y me duele y a veces todavía sangra. Por eso cuento esta historia que dice que ahora por suerte vivo con mi novio y por suerte vivo en un pueblo tranquilo que me permite encontrarme con nuevas aventuras y por suerte estoy lista para dejar atrás un trabajo que ya no me representa. Es una historia real pero limitada, que tapa con capas gruesas de brillo y optimismo todo lo que también es real: que mi vida cambió rotundamente en tres meses sin que yo lo buscara y que a pesar de estar recibiendo la nueva vida que me toca con alegría también tengo que hacerle lugar al duelo por todo lo que perdí y todo eso que deseaba construir y no llegó.
¿Conocés nuestro espacio digital inclusivo para aquellos que buscan formar comunidad y desarrollarse en el oficio de la escritura sin depender de las redes sociales? Te ofrecemos una variedad de propuestas que buscan adaptarse a tu interés, tu compromiso y tu bolsillo: contenido gratuito, reuniones mensuales, un taller y más.
Algunas heridas se olvidan con el tiempo, se cierran bien, se regeneran. Otras se convierten en lesiones que se esconden hasta que algo las tensa y uno recuerda que ahí supo existir el dolor. Muchas se convierten en cicatrices que nunca van a doler pero sí traen consigo la vergüenza de saber que cualquiera puede verlas. No sé qué va a pasar con este dolor, no sé si va a convertir en lesión, si se va a cicatrizar, o si quizás con el tiempo voy a dejar de sentir que me pertenece. Sé que me gustaría cambiar el orden en el que se dieron las cosas. Me hubiese gustado cansarme de mi casa, de Londres o de mi trabajo antes de que llegara el momento de abandonarlos. Me hubiese gustado que todos esos motivos brillantes para apreciar mi vida hubiesen llegado como causa y no como consuelo. Pero son más las cosas que me gustan de mí que las que preferiría cambiar, y son muchas más las cosas que me son indiferentes y no requieren de mí una opinión. Me estoy aferrando a esas cosas, porque me ayuda a pensar menos en mí y en lo que mi vida simboliza como historia. Me ayuda a sacarme del centro, y me permite escribir desde el orden. Me da ideas, ideas que cuando estaba ocupada intentando cambiar la mitad de lo que soy no tenían espacio para aparecer. Descubro, una vez más, por qué me gusta escribir. Por qué pienso personajes, por qué considero que la escritora que quiero ser no está solo entre newsletters y cartas sino en historias de ficción que de a poco empiezan a nacer. Es porque solo así el dolor —el fresco y el enterrado, la lesión y la cicatriz— logra convertirse en un propósito y una inspiración.
En diciembre no esperaba estar ahora, en abril, viviendo lejos de la ciudad, en un hogar en paz, saliéndome de a poco de mi rol como emprendedora. Creo que la herida también existe porque no sé cómo llevar esta vida, porque hay algunas cosas que todavía no entiendo, porque no estoy acostumbrada a no tener un plan y me angustia que me sea imposible imaginarme mi vida en cuatro meses. Es verdad que este nuevo limbo me trae tiempo, y el tiempo me da ideas, y no tengo excusas. Estoy empezando a escribir un newsletter en inglés, estoy trabajando en la novela que quiero terminar. Estoy, como siempre, haciendo que la herida sea cuento, pero escribo este newsletter porque quiero dejarla también ser herida. Algún día todo esto será solo una anécdota, pero hoy, por momentos, sigue siendo dolor. Y si quiero volver a construir desde lo real, tengo que dejar que así sea.
Equipo Newsletter - edición gratuita
Una de mis metas de 2024 es utilizar Substack de una manera más efectiva. No quiero generar ruido, sino dar sentido. Por eso, la sección gratuita de Equipo Newsletter se muda a este newsletter, reemplazando a los entrevistadores anónimos que tuvimos el año anterior.
Para los lectores
Elegir qué newsletters seguir es difícil, y Substack como plataforma beneficia a los escritores en inglés. Si querés leer algunos newsletters en español, podés conocer las publicaciones que dejaron su aporte en Equipo Newsletter (dejá tu publicación en comentarios si querés que te agreguemos al equipo!)
Para los escritores
Encuentros grupales en Zoom:
Nuestro archivo completo incluye la grabación de cinco encuentro grupales donde debatimos algunas temáticas como ¿cómo definirías tu práctica?, ¿buscás la inspiración o dejás que ella te encuentre?, ¿qué rol tienen tus palabras?, ¿dónde encontrás la confianza para publicar y ¿cómo te comprometés con la escritura? Podés acceder a todos estos encuentros y sumarte a los que sigan por solo £5 al mes o £40 al año, y podés cancelar tu suscripción en cualquier momento.
Nuestro próximo encuentro es el 22/04 y vamos a debatir la pregunta ¿qué decisiones tomás como escritor? pensando las distintas personas que nos toca ser como artistas digitales modernos: publicistas, contadores, secretarios.
El Arte del Newsletter, un taller on demand:
Quizás tu estilo es más bien autodidacta y no querés necesariamente trabajar en equipo. Está bien! Ahora tenemos un taller on demand llamado El Arte del Newsletter, y todos sus módulos ya están disponibles.
En palabras de una persona que ya pasó por este taller:
“Compartiste conceptos muy importantes. Y siempre hay comentarios que, quizás parecerían obvios, pero a veces una necesita escucharlos para empezar a ponerlos en práctica.
Yo siento que leerte acrecientan mis ganas de escribir y me hace escribir mejor. Haciendo este taller esas ganas aumentan aún más y la confianza en lo que estoy haciendo también.”
¿Tenés alguna pregunta sobre cómo funciona este espacio? Escribinos a info@todonuestrots.com y te contamos más.
Mi objetivo primordial, hace cuatro años, es el de unir escritores y darles una plataforma para que puedan expresarse. Hoy les traigo un texto de mi colega Sofía Dómine Fantasía, coordinadora de Terapia Creativa, una receta, una reseña y un ejercicio de escritura terapéutica. Todas nuestras palabras, para ustedes.
La más flamante incorporación a este espacio es
, que forma parte de mis talleres desde hace años y en marzo abrió su propio grupo de Terapia Creativa. Después de tomar mentorías conmigo por mucho tiempo, y cargando años de docencia encima, Sofi se acerca a nosotros incorporando esta faceta nueva que puede acompañar a escritores en su proceso. Pueden sumarse a tomar clases con ella el martes 9 de abril a las 18:30 (tenemos clase de prueba disponible!) en este horario ideal de after office argentino o los sábados a las 10 AM o leer a continuación su interpretación de esta temática, a través de un texto que captura su esencia y su brillante mente.Un duelo desordenado (y una escritura sanadora)
Le escapé por semanas a escribir sobre la herida, di vueltas sobre el tema como quien se encuentra frente a un concepto desconocido, creí no poder identificar cuál era, pero lo que en verdad no podía era juntar la valentía para volver a enfrentarme a ella. Tal vez pensé que ya estaba cerrada, supongo que por eso no me quise acercar. Sentí que si lo hacía se iba a volver a abrir.
Durante muchos años transité un duelo rarísimo. Aunque del tema hay mucho escrito, sobre el que yo viví no leí en ningún libro. Si lo veo en retrospectiva, es obvio que era un duelo, si pasé por cada una de sus etapas. Pero si el orden es negación, ira, negociación, depresión, y aceptación, yo creo que lo hice al revés.
Primero acepté. Casi enseguida asumí que esa era la herida que me tocaba tener. Había tenido una infancia feliz, entonces en mi adolescencia todo tenía que cambiar. Rotundamente, como sucede en las buenas películas. Es sencillo: a la protagonista le sucede algo que parece imposible de modificar, entonces tiene que lidiar con ello para aprender, y sobre todo, para crecer.
Por años llevé mi herida como bandera. A cada persona que conocía, después de un tiempo no-tan-prudencial se la mostraba. Quería que quien me conociera supiera de entrada quién era yo. Me hacía bien conectar desde ese lado, sentía que era una parte fundamental de mí. No era yo sin ella, ¿por qué tendría que negarla?
Después de aceptar que esa sería mi herida, gran parte de mi duelo transcurrió en la angustia, como corresponde. Pese a haberla asumido como mi destino, creí que al ser mi película podía modificarlo. Pero esto es la vida real y eso no fue posible, así que la tristeza fue mi nueva personalidad. Todos los que me rodeaban podían ver esa herida, pero nadie podía hacer nada para sanarla.
Luego, empezó la negociación. Como ya había transcurrido mucho más tiempo de lo que podría haber imaginado, empezó a aparecer una falsa ilusión de que el duelo iba a terminar pronto. No sabía cómo, no tenía claro cuál sería la solución mágica que revirtiera esta situación y metiera un plot twist en mi vida. Estaba convencida que ya había cumplido mi condena, de que esa herida estaba por cerrarse de una vez, y de que todo iba a volver a la normalidad. Todo iba a ser como había sido antes. Pero por supuesto, mi herida no era producto de ningún hechizo, así que nada de eso sucedió, y ahí comenzó la siguiente etapa.
En ese entonces me invadió la ira. Enfrentarme a la idea de que mi herida seguía existiendo cada vez me enojaba más. El duelo se había hecho tan largo que creía que iba a durar para siempre. De verdad. No veía el final. Lo que parecía ser una simple tragicomedia se había transformado en un drama interminable.
Decidí que si la herida no podía cerrar por sí sola, iba a ser yo la que dejara de cargar con ella. Ya no me gustaba que me definiera, como lo había hecho quince años atrás. La herida era parte de mí, pero yo no era la herida. Estaba empecinada en negarlo todo. Acá no hay tal tristeza, acá no hay tal dolor.
A lo largo de todas estas etapas intenté hacer algo para curar mi herida. Escribir fue lo que me pareció más natural, es lo que hice siempre. Pero no siempre funcionó y, en el último tiempo, me empezó a incomodar escribir para sanar. Intenté con fuerzas sacar a mi herida del centro, traté de que no fuera ella la musa inspiradora de todo lo que hago. Tal vez por eso no me podía enfrentar a este texto. Ahora sí me convencí de que no necesariamente tengo que escribir desde el dolor. No tengo que escribir para sanar, quiero sanar para poder escribir.
Ya no quiero que mi herida esté presente en mi arte, no me gusta tener que recurrir a su compañía cuando lo que yo quiero es jugar con mi creatividad.
Como todos los meses,
nos trae una receta narrativa para que incorpores la temática de este newsletter en tu cocina y reclames las hornallas como un espacio creativo.Receta para cuando estás herida
I.
Tengo ganas de tener ganas y no las encuentro. No aparecen ni siquiera en los lugares donde solían esperarme, agazapadas.
(Ni) conocer una cultura nueva a partir de un restaurante de la comunidad.
(Ni) agasajar a quienes amo con una bandeja humeante de delicias que amasé toda la tarde.
(Ni) encender mis papilas gustativas con una combinación novedosa de ingredientes.
Busco donde siempre encontré lo que me conecta con la vida y no encuentro estímulo.
II.
Perdí las ganas porque perdí el hambre. Perdí el apetito por la vida. Extravié aquello que me conecta con el mundo: la comida como expresión del amor.
Tampoco hallo palabras que sepan completar los espacios según la magnitud de la herida. Me planto por primera vez ante el mundo huérfana de madre y de lenguaje.
No me interesa comer porque no me interesa vivir porque la vida ahora carece de matices. Porque no puedo contarle qué preparé. Porque ya no puede aconsejarme cómo aprovechar mejor lo que hay en la heladera. Porque su aprobación supo ser la única brújula que necesité para salir a comerme el mundo, y ya no la tengo.
III.
Desayuno, almuerzo y ceno la nada. No me nutre más que Su recuerdo. Y no alcanza.
Fumo tanto que me baja la presión. Vomito bilis exclusivamente, evidencia de mi estómago vacío. Un estómago que replica un alma, que replica un cerebro, que replica una voz.
Solo quiero ingerir algo que me impida las náuseas y sobrevivir hoy.
¿Hace tres días que no me baño o ya son cinco?
Después de comer me voy a meter en la ducha. Voy a regar las plantas, también.
IV.
Por pedido expreso de mis entrañas rugientes, decido prepararme lo que el recuerdo de Casa me dicta.
TOSTADA CON MANTECA Y AZÚCAR
Corto una rebanada de manteca del tamaño de mi angustia y la dejo reposar a temperatura ambiente, para que se ablande. Me preparo un café instantáneo desabrido, pero que cumple en entibiarme las tripas para recibir alimento (por primera vez en no-sé-cuántas horas). Tuesto una rebanada de pan gruesa como la profundidad de Su recuerdo. Unto la manteca sobre el pan, escuchando el crac repetitivo del cuchillo contra la costra. Abro la azucarera y sostengo encima la tostada en un ángulo de 45 grados. Procurando cubrir la totalidad de la superficie enmantecada, espolvoreo azúcar con la cucharita que estaba adentro del recipiente. Admiro los pedacitos de pan dorado que ahora descansan sobre los gránulos transparentes.
Racimos minúsculos de grasa y migas adornan ahora la azucarera de este Airbnb, igual que hace 30 años en la casa de la calle Vieytes.
Devoro mi confección rápidamente, antes de que el cerebro comprenda el engaño y rechace la ofrenda.
Me enchastro las manos, el rostro, el pelo.
Por fin, me baño.
La peor persona del mundo (2021): buscar para sanar
En un mundo donde cambiar de rumbo suele estar mal visto, ser inconstante es una cruz pesada de cargar y este es el estigma que le toca llevar a Julie, la protagonista de La peor persona del mundo, una película noruega de 2022 dirigida por Joachim Trier.
Julie, interpretada con una presencia magnética por Renate Reinsve, llegó a los 30 con cierta facilidad para hacer cosas: graduarse y cambiar de carreras, cambiar de trabajo, de color y cortes de pelo. Pero la inercia de lo que nos sale fácil puede hacernos desembocar en el dolor de una vida que no nos hace felices. Siguiendo sin tropiezos un camino dibujado por manos ajenas, Julie llegó a los 30 sin saber qué quiere ella. Como nos pasa a muchas acá, Julie hace un gran esfuerzo por hacer pie en la vida adulta. Ante la comparación con las demás personas, nuestra protagonista siente el apuro de la vida estable, lo que para ella significa tomar una decisión y comprometerse al cien por ciento hasta el fin de los días, como si los deseos quedaran escritos en piedra. Pero la curiosidad es esencia de la inconstancia y Julie fantasea con poner en pausa su vida un ratito y abrir la puerta a otra realidad, en la que sería más feliz.
El tema que toca La peor persona del mundo podría ser un cliché desgastado y poco novedoso, pero la forma en la que Trier cuenta la historia ayuda a hacer única la incertidumbre de nuestra protagonista. Gran parte de la película, dividida en un prólogo, doce capítulos y un epílogo, está narrada por una voz femenina, que nos cuenta qué pasó, qué está pasando y qué va a pasar, un mecanismo que refleja la falta de protagonismo y agencia que tiene Julie sobre su propia vida. Julie no es mala persona, ni mucho menos la peor persona del mundo, ¿pero no es así como nos sentimos cuando cambiamos de opinión, cuando dejamos de amar a alguien, o cuando nos damos cuenta de que, lo que ayer nos hizo sonreír, hoy ya no es así? Joachim Trier retrata con una mirada muy humana la dificultad de tomar decisiones que, si bien nos acercan a ser una versión más feliz, duelen y lastiman sin ningún reparo. Julie entiende que su inconstancia es parte de una búsqueda auténtica de felicidad. Cada volantazo que da está guiado por un fuerte deseo de, por fin, tomar decisiones por ella misma. Para sanar la herida de la infelicidad, Julie aprende que debe seguir su propio camino. Cambiar de rumbo, a pesar del descontento de los demás, a Julie le trae paz.
Con lo común que es ahora ver la importancia que se le da a *resolver* (un claro síntoma de una sociedad que insiste en que las decisiones sean definitivas), no es casual que escriba sobre esta peli este mes, cuando a mis 34 estoy a punto de revertir una decisión que tomé a los 27. Aunque en realidad entiendo que no revierto nada porque ya viví todas las ramificaciones de la decisión que tomé hace siete años. Hoy mis deseos me llevan en otra dirección. Como a Julie, me duele, pero es para estar mejor. Y por más que sea ficción, me hace bien saber que puedo hacer y deshacer al andar.
Como hace algunos meses,
nos trae un poquito de escritura terapéutica para que no nos quedemos solo en el saber y pasemos al hacer a través de las palabras.Hacer abono del dolor
Una vez, cuando era adolescente, le mentí a mi mejor amiga en una cosa y ella se enteró. Lo que para mí había empezado como ocultar un hecho porque me parecía estúpido (qué irónico suena ahora, ¿no?) terminó en una distancia de más de 4 años. Ella, dolida por mi actitud. Yo, avergonzada y sin saber muy bien cómo es que se pide perdón cuando no hay mucho perdón que pedir, porque el error nació de tal ingenuidad que no hay justificativo posible más que el único que tenía en ese entonces: el miedo. El tiempo fue lo único que nos unió otra vez. A ella la acercó entendiendo que su dolor la había convertido en un ser incapaz de verme como lo que soy, una persona que, además de cometer errores, es muchas otras cosas. Yo, cabeza gacha, siempre dispuesta a volver a ella, pero sobre todo, a dejarla volver. Los años pasaron, seguimos siendo amigas; me hace caricias en el brazo cada vez que la veo, la hago reír con mis preguntas sin sentido. Nos encontramos en cualquier parte, en cualquier contexto. Y sin embargo, la herida sigue ahí. Ya está cicatrizada, aunque cada tanto, sangra: cuando hablo de una pareja que tuve, cuando ella me cuenta del fallecimiento de un familiar, cuando vuelven al presente sucesos de la época esa, de la época en la que no éramos más que un pedacito de angustia la una para la otra. Un amor apagado, una amistad congelada, arrancada del corazón.
Yo, cada tanto, me acuerdo. Me acuerdo y lo pienso, a veces hasta me río de mí misma. Me angustian los años perdidos, pero entiendo que no puedo cambiar el curso de las cosas y mis decisiones. Y, por mucho que nos pese, las heridas con las que cargamos también nos forman.
Y si las heridas, incluso cuando se convierten en cicatrices, siguen estando en y con nosotros, tal vez, lo mejor que podamos hacer para que la carga pese un poco menos, sea dialogar. No hace falta perdonar, basta con amigarse. Para eso, te invito a reescribir ese error, esa situación, ese momento que se transformó en herida escribiendo y detallando solamente lo positivo que ves en ello. Y, por positivo, no me refiero “me quedé sin una mano y aprendí a usar el cuchillo con los pies” (a menos que eso sea algo genuinamente positivo para vos), sino a todos los aprendizajes, todo el abono que rescatás y que hoy te sirve (o esperas que así sea) para andar por la vida.
Por último, acordate de que cargar con equipaje o con heridas no tiene que ser necesariamente malo. Vos decidís.
La herida, en pedacitos:
Algo que me tocó vivir: estar en Paris, visitar la tumba de Cortázar y pensar en todas las vidas que podemos vivir gracias a la literatura.
Algo que disfruté leer: Penance, de Eliza Clark. Pocas veces sentí que “la novelista que más promete” según los críticos es efectivamente una novelista que promete pero Eliza Clark promete y cumple.
Algo que disfruté ver: Marion and Geoff, un mockumentary de los 2000 que me rompió el corazón y me dejó pensando sobre su forma de contar una historia.
Algo que disfruté escuchar: Joni, que volvió a Spotify.
Algo que te quiero compartir:
La última edición de Conversaciones en Borrador, donde hablo sobre los peligros de monetizar tus gustos:
Los últimos diarios de lunes, que me fueron acompañando en este proceso que estoy viviendo:
Mi nuevo intento de escribir en mi newsletter en inglés:
Algo para que nos contestes:
¿Qué lugar ocupa tu herida? - ¿Que historia la tapa? - ¿Qué cicatriz aprendiste a llevar con gracia?
Algo para que sean parte de nuestra comunidad: en mayo vamos a explorar la herida a través de la escritura. Van a recibir un ritual para escribir lo que sigue doliendo y cuatro consignas para trabajar la temática a través de un ensayo, un texto hilado, un relato de ficción y una propuesta de conexión con tu diario. Aquellos que son parte del club de lectura recibirán una lista de recomendaciones de libros de ficción y no ficción que exploren la temática. Si quieren sumarse, pueden investigar cómo funciona Patreon y encontrar las propuestas del mes en este link.
Algo para que lleven la escritura al próximo nivel: la temática de este newsletter también se tocará en nuestros talleres grupales, ahora llamado La Ronda, un espacio de exploración narrativa para principiantes curiosos y escritores comprometidos. Cuatro clases para explorar la temática del mes a través de actividad dinámicas y modalidades de trabajo variadas. Encontrás más info en nuestra página o te sumás al espacio contestando este mail.
Mientras cierro este newsletter, me quema no haber escuchado todavía el disco nuevo de Taylor Swift. Anoche no podía dormirme y tampoco quería escuchar la versión filtrada, entonces me dediqué a leer un foro de reddit donde la gente analizaba qué significaban las letras, por qué las señales apuntan a que Taylor está desquiciada y por qué es momento de que despida a su productor. No escuché el álbum, me gusta hacer esas cosas a mi tiempo, con tiempo, entonces no puedo opinar, pero sí me quedo pensando en que muchos de los comentarios sugerían que Taylor Swift se habría beneficiado de mantener ese álbum catártico escondido.
El arte existe para ser compartido, y muchos de nosotros hacemos arte con lo que nos duele y esto nos lleva directamente a sanar en público, ya sea para millones de fanáticos o para los cinco amigos que leen tus textos. Y quizás los comentaristas de reddit tienen razón, quizás este álbum no está tan cuidado como los demás, quizás ensucia su reputación de compositora que siempre da en el blanco, pero ¿a quién le importa? ¿A quién le importa si tengo que escribir de forma desordenada porque no tengo otra forma de hacerlo? ¿A quién le importa si las metáforas que nos salen cuando estamos ciegos de angustias dan un poco de vergüenza? Pienso que esos textos crudos que se notan descarnados nos muestran algo preciado, efímero, que deja de existir en el momento en el que la herida cicatriza.
Tenemos toda la vida para escribir la historia feliz de lo que ocurrió después del dolor, para convertir en anécdota la pena, para hacer arte con lo que nos angustia recordar, pero la herida se cierra rápido. Quizás la cicatriz queda, quizás por momentos algo reactiva la lesión, pero la sangre no corre durante mucho tiempo. Escribir heridos es capturar un instante irrepetible, y aún sin haber escuchado el álbum de Taylor Swift me declaro a favor de que haya hecho terapia explícita en sus canciones, si esto era lo que ella necesitaba. Sé que el arte herido no siempre impacta de una forma tan trascendental como las obras maestras que llevan diez años, pero también sé que el arte herido cierra un hueco en la consciencia y nos da palabras para entender esa parte tan espantosa pero real de la experiencia humana. Si el único registro del dolor existiera en el orden, no habría registro alguno.
Por eso, cerrando el newsletter de la herida, me prometo a mí misma seguir escribiendo en el desorden, seguir sanando con palabras. El tiempo decidirá cuáles de esos textos verán la luz, pero algunos lo harán seguros, y ahí habrá registro del dolor del genuino. Solo así, pienso, habrá honestidad en mi escritura.
Si tenés algo que decirme, ¿me escribís a txt.juana@gmail.com? Sería un honor leerte.
Si querés sumarte a la comunidad que tenemos en Substack y hacerte parte del equipo newsletter, sos bienvenido. Si no, nos veremos de vuelta en tan solo un mes.
Gracias por llegar hasta acá,
Juani
A continuación, te dejo algunos links útiles, que antes solías encontrar a lo largo del newsletter.
No es necesario tener mucho tiempo o energía para cultivar tu amor por la escritura. Si te acercás a nuestro Patreon vas a encontrar diferentes opciones para seguir creciendo en este campo. Este mes, vamos a seguir explorando la temática del newsletter. Si te interesó leerme hablando sobre el tema, imaginate qué interesante va a ser escribir.
Todas Nuestras Palabras tiene varias secciones que llegan a vos con diferente frecuencia. Para entender un poco más, pasá por nuestra página de presentación.
Si querés convertirte en parte de esta familia de desconocidos que ahora comparten una vida, sumate a nuestros talleres. Tenemos clases grupales, individuales y talleres asincrónicos. Conocé las distintas opciones.
Conocé nuestra casa vieja y leé los newsletters del 2020.
Este espacio funciona a base de amor por la propuesta, libros que leo para crecer todos los días un poco más y Coca Cola que me acompaña cuando tengo sueño. Si quieren ayudarme a solventar esos libritos y coquitas, pueden hacerlo desde cualquier parte del mundo o desde Argentina.
La receta ❤️🩹
yo tengo varias notas en el móvil que leo a diario y en las que he decidido confiar al 100%, aunque requieran de fe a veces . . una de ellas es "cada día trae lo que necesito para evolucionar" . . quería dejártela por si te ayuda en esta transición
para mí, que sólo observo desde la distancia, me resulta el comienzo de una aventura inesperada, nueva y emocionante
espero que todo esto se traduzca en que podamos leer pronto tu novela