🏊🏼♀️ PACIENCIA 🏊🏼♀️
Un newsletter para escribir la vida y vivir la escritura
Pienso que tenemos un problema con la paciencia. Solo la llamamos cuando las consecuencias de no tenerla en cuenta se empiezan a notar. Cuando nos descubrimos desordenados por hacer todo a los apurones, cuando nos duele un poco el corazón por vivir siempre tres pasos más adelante de donde deberíamos estar. Decidí que la temática iba a ser paciencia un poco a regañadientes. No quería reconocer que así me sentía, impaciente. Quien le da al tiempo su lugar siente la paciencia en las células, la da por sentado. Yo supe ser paciente y me olvidé. Y escribí su nombre en mi agenda y decidí que esta iba a ser la temática del mes casi como un rezo. No me gusta reconocer que la perdí, pero mi necesidad de recuperarla es más importante que mi orgullo.
Links útiles: mis talleres de escritura, mentorías individuales, Patreon, recursos de escritura gratuitos, las mejores 15 ediciones de Todas Nuestras Palabras, membresía a precio subsidiado.
Solo por este mes: vuelve undiariodeoctubre.
Hace tiempo que dejé de pensar que las cosas son decisión de uno. Son decisión de uno y del mundo también. Cuando era más chica y me quedaban años por delante en mi ciudad, me pesaban las ansias de que el tiempo pasara rápido. Quería terminar de estudiar y poder irme a otras tierras. Empezar por fin la vida que quería vivir. Hay días importantes que existen solo si leo mis diarios, los olvidé y no puedo acceder a ellos con facilidad. Existen, también, momentos pasajeros que sé que no voy a olvidarme nunca. Como el miércoles en mi casa, esperando que se terminara de hacer la tarta de verdura que me hacía mi mamá, llorando en sus brazos en la mesada porque le decía que estaba harta de que mi vida fuera tan aburrida e igual que siempre, año tras año. Entonces ella me dijo que intentara, como pudiera, vivir de una manera distinta aunque el contexto fuese el mismo. Y esto cambió las cosas. No dejé de esperar ese momento de despegue pero el mundo no quería todavía dejarme ir y yo aprendí que esto no era malo. Las cosas se me interpusieron en el camino, tardé más tiempo del que esperaba en terminar mi carrera, me tuve que guardar un tiempo más para ahorrar y poder viajar preparada. Y en el medio de ese período bisagra de espera, mi vida cobró más forma, y yo dejé de esperar. Cuando pude despegar, tenía menos ganas de hacerlo. Lo que tenía me alcanzaba.
Nada depende solo de uno. Es una mentira que nos contamos para sentir que tenemos control sobre lo que nos pasa o pasa afuera. No se puede engañar al tiempo. Un embarazo dura nueve meses, un árbol hasta doscientos años en crecer. Y a veces algunas cosas tardan más de lo que nos gustaría, más de lo que tenemos ganas de soportar. Cuando la incertidumbre se sostiene a través de los días, meses y años, el cuerpo empieza a desgastarse. Viviría más años si tuviera menos preocupaciones, pienso y seguramente no me equivoco, pero hago el esfuerzo de recordar que el ecosistema de una vida es algo muy delicado, que si movemos algo se mueve todo, como cuando agregamos una foto en un documento de Word. Entonces sí, quiero tener menos preocupaciones y menos incertidumbre, pero si eso significa que mi vida va a dejar de existir así como la conozco, entonces no estoy tan segura.
Hoy la paciencia es sinónimo de esperanza. Si nos concedemos el regalo de esperar, estamos diciéndonos a nosotros mismos, a nuestras células, que todavía hay tiempo. Mi desesperación está directamente unida al miedo, mi impaciencia no es más que angustia. No quiero llegar al futuro porque pienso que sea mejor, sino porque imagino que aunque allá todavía quede algo de incertidumbre, sí abundan las respuestas. Entonces intento ser una persona un poco más positiva. No de esas que se convencen de que su felicidad será plena independientemente de quién gane una elección o qué país esté en guerra. Quiero ser de esa gente positiva que se puede dar el lujo de ser paciente, que entiende que los tiempos son lentos pero no por esto desperdiciados. Quiero ser una persona que deja huecos en su historia porque confía en que se llenarán de cosas que tarde o temprano serán buenas y camina despacio sin miedo a que las eventualidades la alcancen. Quiero ser una persona paciente, y quiero darme tiempo para lograrlo.
En el marco de este mes especial, me inspiré y lancé Propósitos Pacientes, un espacio individual de acompañamiento orientado especialmente a poner en palabras lo que viviste en este 2023 y encontrar el norte al que querés apuntar en 2024, poniendo el foco en encontrar propósitos honestos que respeten tus ritmos y hábitos orgánicos. Estoy muy entusiasmada por esta propuesta porque creo que es la más honesta que logro crear en los últimos años, y sé que realmente va a ayudar a que nos tratemos mejor a nosotros mismos en el próximo año. La propuesta consta de una reunión individual única en la cual tendremos una charla sincera. No vamos a planificar sino que vamos a intentar establecer un sistema personal, flexible y comprensivo para alejarnos lo más que podamos de las expectativas y hagamos algo bueno con nuestra realidad en el año que sigue. La agenda está abierta hasta marzo de 2024. Ojalá te interese.
Para esta edición voy a pensar en voz alta. También voy a responder algunas preguntas que ustedes me dejaron como entrevistadores anónimos. Como hace algunos meses, les traigo las palabras de una escritora amiga admirada, una receta de la casa y un club de cine por escrito. Y este mes también hay un poco de escritura terapéutica a cargo de una escritora sorpresa
Pensando en voz alta
No sé cuándo vi la palabra “burnout” por primera vez, pero sé que no fue mucho tiempo después de mudarme a UK. Fue uno de mis ritos de iniciación junto con probar los mince pies y aprender a decir cheers de forma versátil. Pero yo ya sabía que este concepto existía, quizás desde que sé que existe el trabajo. En Argentina le decimos de otra manera, pero lo conocemos bien. Estoy quemada, te dice tu hermana que sale de trabajar a las ocho de la noche y se olvidó qué fue a comprar al supermercado. Estás quemadísimo, boludo, le decís a un amigo que se volvió a su casa en colectivo y se olvidó el auto estacionado en el estacionamiento de la facultad. Sabemos lo que es no dormir, trabajar mucho, estudiar de noche. No sé si existe un lugar del mundo en el que la gente no se queme, pero sí sé que yo no viví nunca en uno. A su vez, sé que nunca me reconozco quemada. Lo digo en chiste, pero nunca me lo tomo en serio. Nunca me pongo a pensar realmente cómo me siento. Para eso hay tiempo. Cuando me queme realmente, lo sabré. Hasta entonces, es mejor seguir.
¿Querés conocer nuestra comunidad? Ahora podés hacerlo sin compromiso, de forma gratuita. Registrate a la clase abierta a la comunidad de Terapia Creativa. EN DICIEMBRE NO HABRÁ CLASE ABIERTA, ASÍ QUE ESTA ES LA ÚLTIMA OPORTUNIDAD DE 2023. Igual, tranquilo, con paciencia, que hay tiempo. Te vas a poder sumar en enero otra vez.
Hace algunas semanas, justo después de decidir que la temática de este newsletter sería paciencia, me quemé. Me quemé después de volver de vacaciones porque estando en Lisboa logré realmente descansar y sobre el final del viaje la calma me trajo la claridad que necesitaba para darle forma a la nueva propuesta de Equipo Newsletter. En una semana averigüé plataformas en las cuales quería tener el nuevo taller, migré todos mis talleres existentes ahí, redacté el programa entero y grabé el taller. Ese sábado, frente a unos planes cancelados, me dediqué a seguir trabajando. Cuando llegó la noche, no sabía qué día era. Entiendo que muchas personas viven así y yo vivo así a veces cuando tengo en mis manos una gran idea, pero no me gustó encontrarme en esa situación. Yo cargo con las desventajas de mi trabajo porque sé que me permiten mantenerme sana. Me falta un tipo de libertad que se consigue con dinero pero me sobra tiempo para centrarme cuando me voy de mi eje. No me gusta no saber en qué día vivo porque creo que no estoy haciendo los sacrificios que hago para eso. Yo quiero saber exactamente qué segundo es, quiero que ninguno se me escape.
No es la primera vez que me quemo. Mi primera navidad trabajando de esta manera autónoma me encontró así, quemada. Siempre me doy cuenta cuando ya es tarde. Es el descanso, muchas veces obligado, el que me hace darme cuenta que estaba yendo a un ritmo que no iba a poder sostener por mucho tiempo. Ese 25 de diciembre lo pasé en el sillón con mis amigos, curando una resaca hostil y mirando películas. El día anterior había estado contestando emails hasta las nueve de la noche pero ese día las circunstancias me obligaron a quedarme quieta y yo me sorprendí. Un ruido que hasta entonces me había dejado sorda se había perdido. En el silencio podía escucharme pensar. El 26 volví a mi casa sintiéndome alguien que había escapado de casualidad de algo terrible. Tomé la enseñanza y la apliqué por un tiempo. Volví a quemarme por momentos. A veces uno se olvida. A veces escaparse de casualidad hace que nunca dimensiones del todo cuán grande es el peligro que evitaste.
Sé que el mundo actual es el que nos empuja a trabajar así, pero también sé que tiene un poco que ver con algo que habita adentro. Yo soy una persona constantemente entusiasmada. Tengo un proyecto en mis manos y ya estoy pensando en el que sigue. A veces pienso que esto es inconformismo. Si estoy mirando el calendario del futuro, me olvido de qué día es. Los logros pierden valor fácilmente. Estoy a punto de publicar un libro y sé que en parte me olvido de lo enorme que es este momento porque todavía no salió y no se siente real, pero también es porque necesito que exista otra zanahoria. Necesito saber que sigue algo más.
El concepto de descanso está en boca de todos. Ahora es cool tomarte tiempo para vos mismo, dejar atrás tus responsabilidades, lanzarte al ocio que no se traduce nunca en productividad. Sin embargo, no conozco ninguna persona que no le deba su descanso a un momento en el que se quemó. Sé que es mi caso y el de muchos. El motivo por el cual trabajamos menos horas y nos pasamos tardes laborales enteras durmiendo la siesta es porque existen versiones pasadas nuestras que cargaron el peso de la labor ardua sobre sus hombros. Y sé que así funciona el trabajo, de esa manera están pensadas las jubilaciones: trabajá mientras puedas, descansá cuando lo necesites. Pero la forma que nuestra generación tiene de incorporar este concepto es espantosa. No puedo hablar sobre las personas que tienen jefes, sé que a ellas muchas veces les cuesta defender sus tiempos, pero las personas que estamos a cargo de nuestro propio crecimiento profesional la erramos mucho. Intuyo que existen motivos, que no lo hacemos por caprichosos. Pienso que es muy obvia la relación entre la urgencia biológica que sentimos las mujeres y el peso que le ponemos a nuestras profesiones cuando todavía estamos en nuestros años fértiles. No me parece casualidad que las pocas escritoras que admiro que logran vivir sus carreras a un ritmo sano son aquellas que no quieren tener hijos. Lo que quiero decir es que hay motivos. No nos quemamos solo porque amemos la plata, porque soñemos con llenar estadios, por vanidad. Cuando cumplí 30 entendí que estaba a tiempo de muchas cosas pero también había llegado muy tarde a otras y me calmé. Pero a veces me quemo. Me quemo porque es difícil no hacerlo, porque el tiempo se me está pasando y mi futuro depende de mi carrera. Cuando logro descansar y entiendo que así se vive mejor, me ocupo de predicar ese descubrimiento. Entonces freno el ritmo, me calmo, vivo despacio y mi trabajo no sufre tremendamente por esto porque los frutos de haberme quemado siguen llegando. Pero hace casi cuatro años que trabajo así, y me pregunto si alguna vez va a parar. No quiero que se terminen los proyectos pero quiero que se calmen las urgencias.
Este octubre borré Instagram y seguí ganando el mismo dinero de siempre porque vengo trabajando lo suficiente como para que un mes fuera de redes no haga la diferencia. Quizás si mi descanso durara más la cosa cambiaría, pero por ahora puedo echarme a dormir porque ya me hice la fama. No sé cómo serían las cosas si nunca me hubiese quemado. Si hubiese sostenido un solo taller en lugar de crear los 7 que actualmente ofrezco, si me hubiese permitido escribir menos y mejor, si en lugar de volcar toda mi energía a esta carrera me hubiese permitido hacerla a medio tiempo para poder usar mis recursos en viajar. No reniego de cómo hice las cosas porque me gusta donde estoy. Me encanta estar donde estoy. Sobre todo, no tengo arrepentimientos porque no podría haber hecho las cosas de otra manera, porque no conozco realmente otra manera, porque no tengo ejemplos a mi alrededor de mujeres creativas independientes con deseo de ser madres que hayan forjado su carrera en el final de sus veintes a un ritmo tranquilo. Las personas que conozco tuvieron que sacrificar uno de esos dos sueños, o relegarlos, o se lanzaron a ambos al mismo tiempo y por unos buenos años dejaron de saber dónde estaban paradas. No sé si me tocará ser madre pero sé que si lo soy tampoco seré el ejemplo de alguien que supo tomarse su tiempo en sus 20s. Ya tengo un plan mental de dónde quiero estar en dos años, en tres, en cinco. We make plans and God laughs y es verdad, pero una hace planes igual porque la vida es larga pero a los cuarenta se cierran algunas puertas.
Me hubiese gustado que este fuese un ensayo más organizado. Estoy intentando ser más ordenada con mi escritura en este lugar. Quiero darme el tiempo para saber qué decir y terminar diciéndolo bien. No tenía pensado hablar de hijos o maternidad. Quería venir a preguntarme si es posible evitar el burnout del todo, tener una vida donde uno nunca se quema. Supongo que no tengo la respuesta, y supongo que algunas cuestiones se cuelan en mis palabras porque en mi vida a la urgencia la marca el cuerpo.
Quizás la clave es intentar ser pacientes. Aceptar que la vida avanza más despacio. Que hacer más no necesariamente nos haga llegar más lejos. Soltar ese control que sabemos que igual no nos corresponde ejercer. Creer, aunque nos cueste, que tendremos la vida que nos toque tener. Que el mundo es complicado y tampoco será culpa nuestra si no llegamos a tiempo a algunos lugares. Mirarse realmente y entender a ciencia cierta qué es lo que uno puede hacer y qué escapa a nuestro alcance. Hacer lo que podemos y pelear contra la vergüenza de no poder hacer más. Hacer los ajustes que sean necesarios. Volver para atrás. Corregir. Mirar historias que avanzan despacio. Cambiar nuestra forma de considerarlas. Contar nuestra historia de otra manera.
Una columna abierta que existe en conversación con este pensamiento desordenado:
Te pregunto, entonces:
¿Qué te corre? - ¿Dónde te frenás a descansar? - ¿Qué te espera al otro lado de la prisa?
Entrevistadores anónimos
Todas las preguntas de esta sección fueron enviadas de forma anónima. El newsletter del mes que viene va a tratar sobre balances. ¿Me dejás una pregunta referida al tema para que yo escriba algo al respecto? No prometo contestar todas, pero sí leerlas con atención.
E: ¿Se necesita sí o sí ser paciente para escribir?
No me gustan las respuestas categóricas. Entiendo que siempre hay salvedades. En este tema, sin embargo, siento que la respuesta es sí. Sí, se necesita mucha paciencia para escribir. Se necesita paciencia para esperar una idea, nutrirla, darle su mejor tratamiento, descubrir de qué forma esa idea puede existir en el mundo, darle tiempo a que los lectores entiendan tu visión, darle tiempo a tu talento de que crezca y se ponga a la altura de tus ideas. Creo que hay atajos, pero siempre se cobran caros. Y cada uno entiende algo distinto cuando se habla de escribir, pero en mi forma de verlo, creo que no existe otra forma de hacerlo.
E: ¿Impaciencia es lo mismo que ansiedad?
Sí y no, creo. A mí me gusta explicarle a mis alumnos de español que “ansioso” para nosotros puede ser algo bueno. Antes de que se hablara de la ansiedad clínica yo sólo entendía que ser ansioso era no poder esperar a que llegue tu cumpleaños, o darle regalos a la gente apenas los comprás aunque para su cumpleaños falte una semana. Ahora entiendo que la ansiedad es muchas cosas, y también sé que la impaciencia no siempre es algo adorable. Quizás yo no sea la persona correcta para responder esta pregunta. Sí puedo decir que por lo menos en mi vida personal tengo impaciencias buenas, y a veces me pongo ansiosa por cosas que me llenan de ilusión. Y creo que por eso es difícil reconocer estos sentimientos.
Mi objetivo primordial, hace tres años, es el de unir escritores y darles una plataforma para que puedan expresarse. Hoy les traigo el miedo como despertador, el miedo en la comida, el miedo en el cine. Todas nuestras palabras, para ustedes.
Sofi es una alumna y colega con la que vengo trabajando hace un tiempo en su novela. Como es profesora, como yo, nos entendemos muy bien y podemos comparar su proceso con el que tiene un alumno cuando aprende un idioma. Como es escritora, como yo, muchas veces coincidimos en que el problema está en querer controlar lo incontrolable. Cuando elegí la temática de este newsletter no tuve dudas de que la persona tenía que ser ella. De hecho, pienso que fue ella la que me inspiró a querer escribir sobre la paciencia. Que la disfruten, entonces.
Plantar la semilla y esperar, por Sofía Dómine Fantasía
Desde que Juani me pidió que escribiera para el newsletter que estoy pensando en qué decir. Durante días traté de ver cómo me relaciono con la paciencia, dónde la encuentro en mi vida, y cuándo la pierdo.
Honestamente no sé si me considero una persona paciente. Ser paciente significaría vivir en un estado permanente de paciencia, y yo no creo funcionar así. Lo que sí sé es que puedo tener paciencia, esto me llevaría a un estado transitorio en el que a veces la tengo y a veces no. Creo que en ese balance me siento más identificada.
La palabra paciencia no deja nunca de aparecer en nuestras reuniones, y tuvo que pasar mucho tiempo hasta que pueda entender bien de qué hablamos cuando la nombramos.
Muchas veces lo que hablamos queda resonando en alguna parte de mi cabeza, hasta que algo me hace hacer el click. Ahí es cuando realmente entiendo de qué hablábamos y enseguida le cuento a Juani lo que acabo de entender como si fuera una revelación. A veces me siento lenta, ¿cómo que recién acabo de entender esto que venimos hablando hace meses? En verdad, lo que estoy entendiendo es que estoy transitando un proceso. No puedo aprender todo enseguida.
Hablamos de que los procesos de escritura requieren paciencia, y por eso traté de tomarme la escritura de este texto honrándola. Para hacerlo, primero pensé mucho en el tema, un poco sin querer. Traté de ver cómo aparecía la paciencia en las conversaciones con mis amigas, con mi familia, y con mis alumnos. Después, decidí anotar todo lo que se me venía a la cabeza, como una lista, sin muchas vueltas, sin filtros. Traté de responder preguntas que yo misma me hacía: ¿qué es la paciencia? ¿Cuándo soy paciente? ¿Por qué pierdo la paciencia? Después, de nuevo, dejé que esas preguntas maceraran en mi cabeza. No puedo responderlas todas ahora.
Los procesos llevan tiempo, como escritores lo sabemos. Tenemos la teoría, sabemos que una novela no se escribe en un día, ni que el más corto de los relatos sale de una sentada. Sin embargo, tendemos a querer apurar esos procesos. “Una novela no se escribe en un día, pero tampoco me puede llevar tanto” suelo pensar. A veces creo que estoy teniendo paciencia, pero lo que en realidad estoy haciendo es determinar un tiempo, un poco más largo de lo que había pensado antes, y ese es el lapso que estoy dispuesta a esperar. Pero la realidad es que la escritura no entiende de tiempos.
Encuentro la paciencia en las clases que doy. La enfrento cuando les hablo a otros de ella. Como profesora, intento que mis alumnos vean que aprender es un proceso. No es posible aprender un idioma en un día, ni incorporar todo el vocabulario la noche antes del examen. Les hablo mucho de la paciencia, les pido que se tengan paciencia y que vean que no todos aprendemos al mismo ritmo. Comparo su crecimiento con el de un jardín. No todo lo que plante va a crecer enseguida, ni todo a la vez, pero eso no quiere decir que no vaya a crecer eventualmente. “Todos tenemos nuestros tiempos” me repito cada vez que veo que el ginkgo que creía muerto vuelve a brotar.
Yo no puedo enseñarle a nadie a controlar su paciencia, pero sí a ejercitarla. Nuevas preguntas me aparecen entonces: ¿por qué, si soy paciente con el proceso de otros, apuro el mío? ¿Por qué no puedo escuchar mis propios mensajes? Tal vez debería ser mi propia profesora. Tal vez, sólo puedo plantar la semilla y esperar.
Pierdo la paciencia cuando miro hacia adelante en vez de anclarme en el presente, cuando intento controlar mi escritura. Muchas veces pensé en que lo que más disfruto de la escritura es el dejarme llevar, el fluir sin ser yo quien decide qué es lo que viene después. Soltar el control que tanto intento mantener en mi vida. Dejarme ser. Y justamente, si no puedo controlar qué es lo que voy a escribir, ¿por qué podría controlar el cuándo? Escribir es soltar el control. Ser paciente es soltar el control.
Recupero mi paciencia cuando miro hacia atrás, cuando logro ver el proceso completo, cuando entiendo que transité los momentos sin intentar controlarlos. Al fin y al cabo escribir es también disfrutar de ese proceso, no llegar a un resultado final.
Ain't about how fast I get there
Ain't about what's waiting on the other side
It's the climb
- Miley Cyrus
Saber esperar
La temática de la paciencia me atraviesa de pies a cabeza. Estuve meses ejercitándola, no sin sobresaltos, de manera obligada por motivos migratorios. De hecho, suelo decir que nací sin ella, como si no me hubiese sido otorgada en la repartición cósmica de virtudes. Fui acelerada y algo atolondrada desde muy temprana edad. Conjeturo que dicha falta de parsimonia quizá constituya la contracara de la confianza: sé que puedo, así que lo que resta comprobar es si me sale hacerlo rápido. Esta mentalidad me conduce, muy a mi pesar, a sacarme de encima las actividades.
¿Quién me corre? Últimamente, nadie. Sin embargo, la tendencia a apurarlo todo permanece en mis venas. No tengo otra opción más que cultivar la paciencia de forma activa todos los días. Aunque me cueste, elijo conscientemente no desesperar en la espera. Incluso soy ambiciosa y aspiro a, algún día, poder disfrutarla.
En la vida aún no me sale del todo bien lo de habitar la pausa, pero existe un entorno en donde experimento de forma deliberada. Quienes me leen hace rato ya lo saben: mi laboratorio es mi cocina. Entre sartenes, repasadores y utensilios, el ejercicio de la paciencia se traduce sutilmente en resultados deliciosos. El bodegón porteño Don Chicho lo predica hace más de 100 años, desde su mismísimo menú: “Quien sabe comer, sabe esperar”. Un buen tuco recién se amalgama pasadas varias horas de hervor a fuego lento. Un guiso sabe mejor cuando reposa en la heladera y los sabores se integran. Los mejores panes y pizzas (y los más digeribles) nacen cuando la masa fermenta durante varios días. Podría enumerar incontables preparaciones que se benefician del saber esperar, pero excedería el alcance de esta columna. Si te interesa, lo abordo con frecuencia en mi newsletter gastro, Guarnición.
Para entrenar la paciencia entonces, hoy te traigo una receta toscana llamada Pici, prima del spaghetti. Son hebras gruesas y redondeadas de pasta que se estiran a mano, una por una. Amasarlas me recordó cuando jugaba con plastilina de chica, sin apuro alguno. Podés servir estos pici con la salsa que más te guste, aunque te recomiendo un buen cacio e pepe o un ragú. Tus comensales van a quedar embelesados.
Ingredientes (para 4 porciones)
· 300 gr de harina 0000
· 150 gr de sémola de grano duro o semolín
· ¼ cdta de sal
· 1 cdta de aceite de oliva
· 225 ml de agua
1. Mezclar la harina, la sémola y la sal en un bowl grande. Verter la preparación en la mesada y formar un hueco en el centro. Agregar allí el agua y el aceite y, con ayuda de un tenedor, integrar desde el medio hacia los bordes. Debe quedar una masa firme pero flexible.
2. Amasar durante 15 minutos por lo menos. Este es el momento crucial. Si pasados los quince minutos la masa sigue rugosa, continuar amasando hasta obtener un bollo liso.
3. Descansar la masa tapada con un repasador durante al menos 30’, a temperatura ambiente.
4. Estirar la masa con palote hasta lograr un espesor de aproximadamente ½ cm. Untar la superficie con apenas oliva para que no se seque.
5. Cortar cintas de ½ cm de espesor. Tomar cada tira y enrollarla sobre sí misma, armando “choricitos” finitos y largos, similares a un cordón de zapatilla. Colocar cada fideo en una fuente con semolín, de manera que lo recubra bien.
6. Cocinar en una olla grande con abundante agua salada hirviendo durante 10 minutos, aproximadamente. El tiempo de cocción dependerá del grosor de tus pici: cuanto más finos, menos tiempo.
7. Retirar con pinzas y pasar a una sartén con la salsa elegida. Integrar y finalizar la cocción en la sartén.
Paterson (2016): la paciencia de los días
Paterson (Adam Driver) es un hombre que tiene el mismo nombre que el pueblo en el que vive, donde maneja un colectivo urbano y escribe poemas en un cuaderno secreto. Nada pasa en Paterson, más que los días, así que sí pasan cosas en Paterson. Y se puede decir que Paterson es una película lenta o bien que Paterson es paciente, así que por eso hoy voy a hablar de él, y de la película.
El cine de Jim Jarmusch tiene un ritmo propio. No corre, camina. Pasea con la mirada. No se apura para llegar a ningún lado. En Paterson, detiene la mirada en el calendario del protagonista, pero también les presta el oído a personajes pasajeros (algunos de ellos, pasajeros) que cuentan historias efímeras, pero suficientemente importantes para ser contadas. Y Paterson las escucha y se las lleva.
Paterson vive con su novia y su perro, y de lunes a viernes, se levanta, va a trabajar, se lleva un almuerzo casero, escribe en momentos libres, vuelve, saca al perro y se toma una cerveza en el bar de siempre. Hay quien podría decir que Paterson vive una vida de esas sobre las que no se hacen películas, pero para mí Paterson encuentra en la paciencia las palabras; en la monotonía, ideas; en la rutina, paz. Y lo vemos y escuchamos escribir en voz alta en el ritmo en que se lee mientras se escribe: lento, una palabra tras otra, con cautela por no saber qué sigue, y dándoles tiempo de que en conjunto tomen forma al final. Y sus poemas llevan días, porque para escribir (y para vivir), la paciencia es menester.
Los ritmos lentos son frecuentes en el cine indie, y es por eso que quizá a esta película se la confunda con una más del montón, pero no. En la cotidianidad de cada día se inmiscuyen patrones que parecen invadir desde un plano más surrealista y esto es propio de Jarmusch: varios pares de gemelos, pinturas y combinaciones en blanco y negro (una marca registrada del director a la que le dedicó una película entera), juegos de ajedrez, la ausencia de explicaciones lógicas, encuentros casuales demasiado casuales… (como Paterson, que estoy casi convencida de que es un juego de palabras con patterns, o “patrones” en inglés)
Paterson requiere que nos armemos de paciencia (siempre me sonó exagerada esa frase, armarse) y que durante dos horas miremos en una pantalla a un conductor y poeta que todos los días hace lo mismo. En mi caso, la primera vez que la vi, no me podía sacar de encima la sensación de que algo iba a pasar. Acostumbrada a fórmulas más mainstream, la necesidad de conflicto narrativo hizo que se me acelerara el corazón. Cuando llegó el final, fue como si me hubiera tomado un tecito con miel antes de irme a dormir.
En un mundo real y audiovisual donde gobierna la inmediatez, la paciencia cuesta más, pero es así como también adquiere más valor. Por eso, si necesitan un poco de paciencia en sus vidas, pueden poner pausa, ver Paterson o escribir poemas.
En la nueva incorporación de este espacio,
nos trae un poquito de escritura terapéutica para que no nos quedemos solo en el saber y pasemos al hacer a través de las palabras.La carrera como carrera
La escritura terapéutica parte de la premisa de que nuestra identidad es un conjunto de la interpretación que hacemos de las cosas que nos pasan y enseñan. Una maravilla de crecer es desempolvar, si se quiere, aquellas creencias e historias que damos por sentado sobre nosotros mismos para descubrir que absolutamente nada es estático, que todo es una producción reversible: lo que creemos que somos, que queremos, que deseamos, lo que creemos que creemos y perseguimos. No nacimos creyendo que el universo laboral era una carrera contra los demás y contra nuestra propia naturaleza. No es parte de nuestro código genético, y aún así, pareciera ser más nosotros que nuestras marcas de nacimiento o cicatrices.
En Las cosas, un libro de George Perec, Jérôme y Sylvie se debaten entre tener una vida libre o sucumbir a lo que la sociedad espera de ellos:
“En el mundo en que vivían era casi una regla desear siempre mas de lo que se podía adquirir. No eran ellos quienes la habían decretado; era una ley de la civilización, un dato real del que la publicidad en general, las revistas, el arte de los escaparates, el espectáculo de la calle e, incluso, en un cierto aspecto, el conjunto de las producciones comúnmente llamadas culturales, eran sus expresiones más adecuadas”.
Prompt de escritura para resignificar nuestras creencias acerca de la carrera profesional como carrera.
¿En qué momento empezaste a creer que ESA era la forma correcta de crecer profesionalmente? Identifica el primer pensamiento que recuerdas sobre esto. Toma nota.
¿Quién serías si no tuvieras la creencia de que tienes que llegar rápido, primero, cuanto antes?
Para que consideren su forma de ver la paciencia:
Algo para leer: poesía, muchas veces el mismo poema, aplicando la paciencia que se necesita para descubrir lo que los poetas nos quieren decir.
Algo para ver: Somewhere de Sofia Coppola, sin pausarla.
Algo para escuchar: este podcast o cualquiera en el que Emma Gannon habla de su burnout
La edición de septiembre de Conversaciones en Borrador donde hablé sobre crear con paciencia:
Algo para que nosotros leamos tus palabras: te invitamos a participar de la convocatoria abierta escribiendo algo referido a la temática de este mes. Consultá las bases y condiciones y envianos tu texto antes del 20/11.
Algo para que sean parte de nuestra comunidad: en noviembre vamos a explorar la paciencia a través de la escritura. Vamos a entender de qué forma la paciencia (o la falta de ella) se manifiesta en nuestras acciones, imaginar una vida donde el reloj se rompe y divertirnos con personajes que se meten en problemas por su impaciencia. En Patreon vamos a leer La campana de cristal, la novela de la hermosa poeta Sylvia Plath. Además, vamos a tener consignas semanales inspiradas en la temática de este newsletter y voy a darte consejos para entrenar la escritura como si fuéramos maratonistas, trabajando en la resistencia en lugar de la rapidez. Si quieren sumarse, pueden investigar cómo funciona Patreon y encontrar las propuestas del mes en este link.
Algo para que lleven la escritura al próximo nivel: la temática de este newsletter también se tocará en nuestros talleres de Terapia Creativa para Escritores. Cuatro clases de una hora (a veces más, a veces menos), la oportunidad de trabajar de forma individual y en parejas y debates abiertos sobre la temática mensual. Si querés probar el espacio de forma gratuita, sumate a nuestra clase abierta, y si venís con un amigo tenés un 2x1. Encontrás más info en nuestra página y te sumás al espacio contestando este mail.
Muchas veces descubro que lo que tengo que leer para sentirme mejor está ya adentro mío. No porque yo sepa todo lo que se tiene que saber, sino porque me entiendo mejor que nadie. Casi siempre. Cuando no me entiendo descubro que ahí está el problema. Las respuestas están. A veces me veo desesperada por encontrarlas afuera cuando ellas me están esperando adentro, pacientes. Yo no las sé ver porque no me gustan, pero ellas están.
Por mucho tiempo, entiendo ahora, me sentí desesperada por la falta de tiempo. Cometí el error de creer que podía cambiar mis circunstancias, ganar minutos, horas, años. Lo hice de muchas maneras y todas ellas me hicieron sentir horrible. Y leí esas palabras que aparecieron el año pasado en mi diario, en un momento en el que me sentía tan bien a pesar de que me faltara todavía todo lo que hoy tengo, y me sentí lista, una vez más, para darle lugar a la esperanza. Porque no, no tengo tiempo. Todavía tengo tiempo pero no tengo todo el tiempo que tuve alguna vez. Cada vez tengo menos. Tengo más cosas y más amor y más logros pero cada vez tengo menos tiempo. Y no puedo seguir peleándome con el reloj para recuperar los minutos que ya pasaron. Lo único que puedo hacer es estar en paz con la realidad y responder a ella.
Si querés trabajar conmigo en tu paciencia para cerrar el 2023 y encarar el 2024, conocé mi espacio Propósitos Pacientes.
Si tenés algo que decirme, ¿me escribís a txt.juana@gmail.com? Sería un honor leerte.
Si querés sumarte a la comunidad que tenemos en Substack y hacerte parte del equipo newsletter, sos bienvenido. Si no, nos veremos de vuelta en tan solo un mes.
Gracias por llegar hasta acá,
Juani
A continuación, te dejo algunos links útiles, que antes solías encontrar a lo largo del newsletter.
No es necesario tener mucho tiempo o energía para cultivar tu amor por la escritura. Si te acercás a nuestro Patreon vas a encontrar diferentes opciones para seguir creciendo en este campo. Este mes, vamos a seguir explorando la temática del newsletter. Si te interesó leerme hablando sobre el tema, imaginate qué interesante va a ser escribir.
Todas Nuestras Palabras tiene varias secciones que llegan a vos con diferente frecuencia. Para entender un poco más, pasá por nuestra página de presentación.
Si querés convertirte en parte de esta familia de desconocidos que ahora comparten una vida, sumate a nuestros talleres. Tenemos clases grupales, individuales y talleres asincrónicos. Conocé las distintas opciones.
Conocé nuestra casa vieja y leé los newsletters del 2020.
Este espacio funciona a base de amor por la propuesta, libros que leo para crecer todos los días un poco más y Coca Cola que me acompaña cuando tengo sueño. Si quieren ayudarme a solventar esos libritos y coquitas, pueden hacerlo desde cualquier parte del mundo o desde Argentina.
Gracias por este espacio, princess
Hace varias semanas la palabra "paciencia" viene apareciendo en mi vida de maneras aleatorias. En el horóscopo que una compañera de trabajo nos lee todas las semanas, en comentarios de algunos amigos que me dicen que tengo que ser más paciente con mis procesos, y justo ahora en tu newsletter. No debe ser casualidad :P
Yo particularmente estoy intentando de integrar el concepto de "temporadas" a mi vida, para ser más amable y paciente con mis procesos. Las series tienen temporadas que tratan diferentes temáticas, e inclusive dentro de cada temporada hay episodios donde pasa DE TODO y episodios de relleno o transición. Así que cada vez que pienso que estoy muy pancha o dando demasiado, trato de detenerme a pensar en qué momento de mi serie estoy y eso me da un poquito más de paz, saber que de alguna forma son momentos.