Gracias a la ficción podemos canalizar nuestro enojo, extendernos por fuera de nuestras circunstancias y aceptar nuestra propia historia. Podemos transmutar la impotencia y convertirla en una aventura, cuestionar el lugar que ocupa un cuerpo como el nuestro en el mundo, darle palabras a nuestra pena ancestral.
Antes de empezar
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.Para mayor claridad, incluimos un índice de nuestras secciones:
Pensando en voz alta, por
, directora en Todo Nuestro, Todo SuyoEnsayo personal, por
, coordinadora del taller grupal La RondaReceta narrativa, por
Club de cine, por
Anuncios e Invitaciones
Carta de la editora
Links Útiles
Este es un newsletter largo, que se disfruta mejor si se lee en una sola sentada sin interrupciones. Te recomendamos reservarle una mañana tranquila, o quizás una noche estrellada tomando helado. Si este instante te encuentra con el espacio para leernos, sos bienvenido. Ya podés empezar a leer.
Pensando en voz alta, por
Una de mis debilidades más obvias como escritora es que extiendo las introducciones más de lo necesario. Nunca puedo partir de la idea que quiero explorar, necesito dar capas y capas de contexto innecesario. Este ensayo recién empieza y ya es prueba suficiente. No viene a hablar sobre introducciones o debilidades de la escritura pero acá estoy, haciendo una introducción larguísima, explicando algo que a fines concretos no le sirve al texto. Pero no importa. Estoy intentando cambiarlo y dicen que identificar que hay algo a cambiar constituye la mitad del camino, o algo así. El punto es que hoy quiero evitar cae en el mismo error y para eso voy a necesitar caer en un error distinto: asumir que estamos todos en la misma página, que el lector sabrá lo que quiero decir sin que lo haya dicho, que se pueden llenar los espacios que dejo libres. Siento la base y parto. Ojalá alguien me siga.
“La realidad se ha hecho insoportable” puede ser la oración introductoria del último newsletter que leíste o el diario de una persona que se murió en 1920. La realidad de hoy es insoportable por sus particularidades pero la realidad, en presente, siempre es por definición poco entendible y por consecuencia insoportable. Nosotros lo empeoramos insistiendo en que es nuestra tarea soportarla, como si la realidad fuera a necesitarnos para seguir en pie, como si estuviera en nuestras manos dejarla caer. Lo que quiero decir es que estamos viviendo una época en la cual esquivar el contexto tiene mala fama y abstraerse es sinónimo de ser mala persona. En algunos círculos parece correr la idea de que todos cargamos con la habilidad de hacerle lugar a todo el dolor del mundo en todo momento, y somos mala gente si elegimos por un segundo tomar un respiro y dedicarnos a ser solo un ser humano que mira un árbol o juega al Call of Duty. Llámenme problemática, pero soy de la idea de que obligarnos a vivir inmersos en la más terrible e irrefutable realidad nos deshumaniza más que la nube de pedos que tanto se critica.
Como el ser humano que soy, rechazo el mandato de convertirme en un robot despierto y atento en todo momento y me vuelco a elegir mi propia aventura forma de soltarle la mano a la realidad. Que se sostenga sola, digo, y con el espacio que esta liberación me trae empiezo a experimentar cosas nuevas. Descubro que puedo mirar un stream que debate si en la primera cita se coge o no, leer un libro de calidad que no termino de entender, leer un libro de mierda que me hace flashear en colores, salir a correr escuchando los ruidos de la naturaleza, salir a caminar escuchando un género de música que para alguna abuela será solo ruido, cocinar, comer sano, comer como el orto, tomar vino, tomar MD, fumar porro, o consumir todo eso junto, en ese orden, mientras tomo mucha agua, porque una cosa es evadir la realidad y otra distinta morirse de un paro. Existirán quienes digan que no tengo conciencia social, que elegir abstraerse en este contexto es macabro, pero me calmo repitiendo que esta gente no entiende nada, o por lo menos no entiende todo. Esta gente no entendió todavía que el contexto tiene sus formas de encontrarnos hagamos lo que hagamos, que nuestras distracciones no son escapes sino descansos, que la única forma de poder ejercer cualquier conciencia social que tengamos es sosteniendo alguna mínima pulsión de vida y para eso es necesario cada tanto olvidarse que en Gaza la gente se está muriendo y los pendejos se volvieron adictos al juego y a las mujeres nos volvieron a insistir con que es mandato ser flacas (ahora con una droga mágica!).
De todos los mecanismos que puedo usar para quitarle atención al contexto, la ficción es mi favorito. Leer, escribir historias inventadas, inventar historias que nunca voy a escribir, agrandar los detalles de un chisme, adivinar qué se esconde detrás de las partes que puedo ver en las vidas ajenas, incluso mentir, cuando la ocasión lo amerita. La ficción es fácil de militar porque es gratis. Van a existir mil argumentos en su contra pero nadie puede decir que es elitista. Quien no tenga plata para comprar un libro puede buscarlo en una biblioteca o piratearlo pero hagamos de cuenta que no lo dije. Quien no tenga una computadora con procesador de texto puede buscar un cuadernito espiralado en el supermercado. Quien no pueda pagar por un curso con renombre puede ver clases gratuitas en YouTube. Es verdad que tener éxito como profesional en el mundo de la ficción va a depender de tus posibilidades y contactos, pero este no es el punto. El punto es, justamente, separarnos por un rato del mandato de tomarnos la vida tan en serio en búsqueda del éxito. Sé que estamos en una época en la que todo tiene que ser monetizado y cada paso que damos tiene que “encaminarnos hacia el futuro que queremos tener” pero participar de esta dinámica es una elección. Si queremos, podemos elegir la aventura de la narrativa y dejarnos llevar por las historias sin exigirles que nos lleven al éxito, la fama o la fortuna.
En un presente tan lleno de limitaciones, la ficción nos trae un consuelo. No podemos vivir mil aventuras en una, pero sí podemos experimentarlas a través de las historias. Leyendo una novela podemos sentir por un rato que vivimos en otro continente, en otra década o en otro cuerpo. Podemos experimentar situaciones mutualmente excluyentes, ser madres y mujeres que se ligan las trompas, monógamos y poliamorosos, artistas famosos o señoras de barrio, todo esto sin tener que hacer siquiera el esfuerzo de levantarnos de la cama. Su naturaleza expansiva hace que la ficción cumpla un rol protagónico en la lucha por construir una sociedad más compasiva, ayudándonos a entender qué forma tiene la realidad de los demás. El objetivo de las novelas no debería ser cambiar el mundo o educar a la sociedad, pero una novela bien escrita que logra transportar al lector a un contexto que de otra forma no conocería puede dejar más huella que cualquier discurso o texto de análisis. Si el escritor logra mantenerse firme en el objetivo de contar una buena historia sin dar cátedra o bajar línea, su obra será un registro honesto de la vida de un ser humano, ficticio en teoría pero real en su lectura. Nosotros, como lectores, tendremos la fácil tarea de acompañar al personaje por cientos de páginas, generando así un apego que ningún otro medio artístico podría invocar. Alcanzan un puñado de páginas para que dejemos de sentirnos espectadores y pasemos a sentir las experiencias del personaje como propias. En muchísimos casos, esto será transformador. Temas que siempre consideramos ajenos pasarán a tocar fibras sensibles, las líneas que nos dividen con otro grupo humano se volverán más débiles y nuestra indiferencia hacia aquello que está pasando allá afuera será difícil de sostener.
Vivir de historia en historia genera un efecto dominó imparable. No todos los lectores terminan escribiendo, pero casi todos los escritores empezaron siendo lectores alguna vez. Una historia nos inspira a leer otra y esa otra nos inspira a escribir la nuestra. Al principio, escribir ficción es una aventura riesgosa. No sabemos por dónde empezar, no encontramos nuestra propia voz ni entendemos del todo qué es lo que la idea está requiriendo de nosotros. Mi forma favorita de explicar este momento creativo es usando la metáfora de un cuarto oscuro. Tenemos que atravesarlo a tientas, despacio, sin saber qué existe frente a nosotros y hacia qué dirección tenemos que avanzar. Si olvidamos que la claridad del escritor llega cuando el primer borrador está terminado y no antes, atravesar el proceso creativo se volverá doblemente difícil. Llegaremos a creer, quizás, que nuestras dudas son un símbolo de que nuestras ideas no valen la pena, o que haber seguido el impulso inicial de volcarnos a la aventura fue un error. Pero, como pasa en las mejores historias, si hacemos el esfuerzo de hacerle frente los obstáculos, seremos dignos de la recompensa: una historia, la nuestra, tan real como aquellas que nos inspiraron.
La realidad de hoy, como la de cualquier presente, es insoportable, pero vivir en ella se vuelve más fácil si recordamos que tenemos al alcance de la mano la posibilidad de escribir nuestro propio escape. Quizás no tengamos individualmente los conocimientos ni la influencia para diseñar una sociedad mejor, pero tenemos las herramientas para inventar un mundo donde las cosas funcionan de una forma más justa. Quizás no tengamos los recursos para vivir todas las experiencias que nos gustaría, pero sí tenemos a nuestra disposición un conjunto de personajes que pueden expandirse por fuera de nuestros límites. Quizás no tengamos una máquina del tiempo para cambiar nuestro pasado, pero sí podemos escribir líneas temporales que transformen el dolor en aprendizaje. Gracias a la ficción podemos canalizar nuestro enojo, extendernos por fuera de nuestras circunstancias y aceptar nuestra propia historia. Podemos transmutar la impotencia y convertirla en una aventura, cuestionar el lugar que ocupa un cuerpo como el nuestro en el mundo, darle palabras a nuestra pena ancestral.
Los mundos imaginarios que habitamos gracias a la ficción, como lectores o escritores, tienen el poder de abstraernos de nuestra propia realidad egocéntrica y conectarnos con eso que late debajo historia universal humana: el amor, la pena, el perdón, las segundas oportunidades, el sentido de la muerte, la maravilla de la vida. Si elegimos dejar caer la realidad por un rato para perdernos en un relato, nos volveremos más humanos, y sostener nuestra porción del mundo será mucho más fácil.
Aventurera, por
Aunque no busco, encuentro
Cada vez que escribo, me sumerjo en una aventura. No sé hacia dónde va a ir mi texto, simplemente lo dejo ser, lo acompaño, veo a dónde me quiere llevar. Irónicamente, este texto fue uno de los que más me costó escribir. Estoy transitando el mes de las certezas entendiéndome como una persona que las busca todo el tiempo, pero cuando una aventura comienza, ya no existen las certezas.
La aventura como personalidad
Aventurero (adj.) Dicho de una persona: alguien que busca aventuras.
Jamás me consideré una persona aventurera, en lo más mínimo, y aunque sé que eso probablemente me alejó de experiencias que podrían haber sido interesantes, nunca fue mi manera de vivir. Yo no voy por la vida buscando aventuras.
Hace poco hicimos con unos amigos un test de personalidad, por diversión, y el resultado, dentro de dieciséis posibles opciones, fue “aventurera”. Enseguida nos reímos de lo absurdo del resultado y yo de lo absurda que era por creerle a internet, pero empecé a leer la descripción, para ver si algo encajaba con mi persona. En una parte decía algo así: “Cada Aventurero es ciertamente único. Impulsadas por la curiosidad y deseosas de probar cosas nuevas, las personas con esta personalidad suelen tener una fascinante variedad de pasiones e intereses.”
Ahora sí, variedad de pasiones e intereses. Esto encaja.
En lo primero que pensé es en cómo me relaciono con mis intereses. De chica probé un montón de deportes y actividades, en la mayoría duraba menos de un mes, y el recuerdo que tengo es el de mis padres cansados de llevarme a que yo intente e intente que algo me guste. Cuando miro mi relación con mis intereses ahora, entiendo que no todo era para mí, pero si hay algo que siempre me gustó fue intentarlo todo. Al día de hoy, tengo una amplia variedad de pasiones, que las elijo cuando me llega el deseo de jugar con ellas. Walt Whitman habría dicho “I am large, I contain multitudes” y yo abrazo esa idea cuando intercalo el bordar, tejer, escribir y andar en rollers.
Si no me hubiese aventurado a intentar cosas nuevas, nunca habría entendido cuáles son mis pasiones.
La aventura como cosas que buscamos o nos pasan
Siempre había entendido a la aventura como una elección. Hay personas que deciden enfrentarlas. Pero una de las definiciones me reveló que también pueden ser cosas que simplemente nos suceden, aunque no las busquemos. Tal vez nunca haya sido mi elección ser aventurera, pero la aventura me encuentra a mí.
Dije que busco todo el tiempo las certezas, pero miré un poco hacia atrás y encontré que muchas de las grandes cosas que me pasaron en la vida no fueron una elección consciente.
Cosas que no esperaba, que me cambiaron la vida:
Empecé un taller de fotografía explorando una pasión y esperando encontrar una salida laboral, y encontré al amor de mi vida.
Empecé a dar clases para hacer algo durante el verano y descubrí que me apasionaba enseñar.
Nunca creí que iba a dar clases de escritura, y acá estoy desde marzo, disfrutándolo más que nada en el mundo.
No me enloquecían los perros, hasta que apareció un galgo una madrugada y me enseñó lo lindo que es su amor.
Jamás creí que iba a ser esposa y es el rol en el que más cómoda me siento. Tampoco creí que iba a ser madre, y es la aventura que espero con más ansias.
Entiendo entonces que la aventura no se puede evitar, ella existe, la busquemos o no. Termino este texto con la certeza de que huir de la etiqueta de aventurera sólo me sirvió como un freno. Levanto mi cabeza, orgullosa de poder decirlo: soy aventurera.
La aventura de lo cotidiano, por
Hacía tiempo que no me costaba escribir como esta vez. Podría adjudicarlo al resfrío otoñal que me aqueja, pero creo que el nudo radica en otro lado. Intuyo que tiene que ver con mi propia experiencia con el tema que nos congrega este mes.
Durante muchos años equiparé el concepto de aventura con “viaje”, y estoy segura que no es una asociación solo mía. Si bien nunca sucumbí a una lista externa de destinos “que se deben conocer”, recién después de mi etapa traviajante me detuve a reflexionar sobre el deseo de recorrer el planeta. Empecé por preguntarme: ¿Para qué viajo? ¿A quién afecto cuando irrumpo en una comunidad? ¿Cómo puedo impactar lo menos posible la vida de los locales? A medida que comencé a responder estos interrogantes, abrí nuevos terrenos que, a su vez, se volvieron a bifurcar. El impacto del turismo incesante está a la vista para quien desee prestarle atención, pero informarse implicará abandonar nuestra fantasía de viajar tanto como sea posible.
Renunciar a la idea de necesitar más, creo, es lo que nos espera del otro lado del análisis. Mientras no cuestionemos nuestros consumos, seguiremos arrasando con el planeta que tanto decimos nos fascina cuando subimos una foto a Instagram desde algún atardecer soñado.
Este enfoque más consciente se tradujo materialmente de maneras diversas. Hoy, si decido viajar, elijo gastar mi dinero en locales gastronómicos pequeños, atendidos por sus dueños. También disfruto de comida al paso, muy sencilla, sentada en las escaleras de alguna construcción antigua. Si puedo, no uso plataformas como Airbnb que sabemos destruyen el acceso a la vivienda para quienes habitan el destino todo el año. Por último, percibo un renovado desinterés por compartirle al mundo los sitios que tuve la fortuna de hallar.
Ahora prefiero que la aventura me persiga a mí. Me sorprendo ante lo que trae la vida cuando me dedico a vivirla tridimensionalmente, sin pantallas de por medio. No necesito soñarme en otras latitudes para que ocurran sucesos dignos de ser contados. Y hete aquí el mayor descubrimiento, decantado de las mismas preguntas reflexivas que enumeré anteriormente. Las historias que quiero contar desde mis platos son bien argentinas, bien caseras y cero exóticas.
Cualquier día es una oportunidad para transformar lo conocido en extraordinario. Por ejemplo, cuando coloco arriba de la pizza unas albóndigas caseras y sabrosas, las de toda la vida, las de Licha ―obvio.
Albóndigas Clásicas
Ingredientes:
Carne picada, 500 grs
Ajo, 3 dientes
Perejil, 1 cda
Huevo, 1
Miga de pan, 1 taza
Leche, 50 cc
Queso rallado, 100 grs
Mostaza, 2 cdas
Sal y pimienta
Preparación:
1. Colocar la carne picada en un bol y agregar el ajo rallado, el perejil picado, el queso de rallar, la miga de pan remojada en leche (y escurrida), mostaza, huevo, sal y pimienta. Amasar con ganas hasta que todo esté perfectamente integrado.
2. Armar las albóndigas del tamaño que quieras (a mí me gustan más bien chicas).
3. Disponerlas en una placa para horno aceitada y hornear a 200 grados hasta que estén doradas. Si hace calor y no querés prender el horno, también podés cocinarlas en una sartén con aceite, a fuego medio-alto.
4. Ya cocidas, separar las albóndigas que usarás para la pizza y colocar el resto en una bandeja que pueda ir al freezer, sin que se toquen. Una vez congeladas, podés guardarlas en una bolsa o tupper. Cuando quieras usarlas, hervilas en una salsa de tomate liviana. Estarán listas cuando introduzcas un cuchillo y sientas que el centro está blando.
5. Para armar la pizza con albóndigas, sencillamente disponélas sobre el queso y mandálas al horno para que se calienten.
Instrucciones para ver Desconocidos (Andrew Haigh, 2023) en el Cine Lorca, por
Nadie habrá dejado de observar que ir al cine por tu cuenta es una actividad que sigue acompañada de un sentimiento desubicado de vergüenza. Cuando lo cierto es que para ir al cine no vas a necesitar más que 1) saber qué ver, 2) a qué hora, 3) qué ponerte (algo lindo como si en la penumbra del cine te fueran a ver igual) y, por supuesto, 4) plata. Si decís que no tenés tiempo, 5) te vas a convencer de lo contrario porque el tiempo se hace.
Cuando llegue el momento, vas a salir de tu casa sin decirle a nadie porque vas a preferir disfrutarlo así. Vas a elegir medio de transporte y te vas a dirigir al cine, el Lorca en avenida Corrientes. Llegada a destino, vas a empujar la puerta y dirigirte a la ventanilla, porque el Lorca no ofrece venta online (ni tampoco vende pochoclos ni mucho menos nachos). Te van a decir “Hoooola”, y vas a responder sin miedo alguno “Hola, ¿me das una entrada para Desconocidos?” Vas a pagar un precio económico, te van a dar la entrada y te van a decir lo que ya sabés: que las puertas abren 10 minutos antes de que empiece la función. Después de decir gracias, vas a salir de nuevo a la vereda y vas a ver cómo se alarga la fila. No vas a desesperar, porque nunca es tanta gente y porque no todos eligen los asientos del medio.
Una vez adentro de la Sala 1, te vas a maravillar (otra vez) de lo grande y retro que es y de que el piso sea cóncavo.
Cuando las luces bajen en señal de que la película está por empezar (sin publicidades ni adelantos), vas a guardar el celular (en modo silencioso) y vas a hacer el ejercicio consciente de desconectar: de la calle, del mail, de la inercia tarada de ver en redes qué está haciendo gente que no es tu amiga.
El primer punto de esta aventura es saber qué ver, pero la verdad es que no siempre vas a tener esta información. En esta ocasión, te vas a dejar llevar por el afiche donde están Andrew Scott y Paul Mescal porque te enamoraste de Fleabag y Normal People y porque te gusta refugiarte en la idea de que todas las ficciones están hechas para sanar tu mal de amores.
Después de los primeros minutos de la película, vas a empezar a darte cuenta de que no era el drama romántico queer que creías. La paleta melodramática de azules y grises te va a hacer palpable la tristeza de Adam (Scott), de la misma manera que el edificio enorme, nuevo y vacío de Londres donde solo viven él y Harry (Mescal) te va a hacer sentir el insoportable peso de sus soledades.
Las escenas íntimas de amor y conexión te van a reconfortar porque vas a creer que qué bueno que se encontraron. Pero Adam pasa mucho tiempo solo y esto te va a confundir. Te vas a preguntar qué historia de amor es posible si no pasan tiempo juntos. Al rato aparece una pareja de viejos amigos (Jamie Bell y Claire Foy) que tienen la misma edad que él y que parecen conocerlo de cuando Adam era chico. Adam les cuenta de su vida, de su trabajo y que conoció a alguien, otro hombre. La pareja, que vive en una casa muy cálida a la vista, es anticuada y la noticia los sorprende. Adam se pone triste y esto te va a poner triste a vos también.
A pesar de las discrepancias, Adam va y vuelve (solo) a esta casa a seguir hablando de su vida, a confrontar a esta pareja y hacerle preguntas y reclamos. Andrew Scott se sumerge de tal manera en su personaje, que a su pena la vas a sentir tuya. Vas a sentir la tragedia que no puede dejar ir para ser feliz y te van a dar ganas de abrazarlo. A Harry también en los últimos quince minutos de la película (o lo mejor sería antes).
Este paseo nostálgico concluye cuando la pantalla queda en negro, las luces se vuelven a encender y la gente en la sala todavía no se va. Vas a notar que no sos la única secándose las lágrimas. Finalmente te vas a levantar y vas a salir, pero no te vas a apurar por volver a casa. Vas a preferir caminar unas cuadras, aprovechando el silencio de estar sola para contemplar la maravilla que acabás de ver.
Anuncios e Invitaciones:
Te invitamos a La Ronda! La temática de este newsletter también se tocará en nuestro taller grupal, un espacio de exploración narrativa para principiantes curiosos y escritores comprometidos. Clases dinámicas, modalidades de trabajo variadas y un grupo abierto y seguro para que experimentes sin miedo.
Este mes, nos vamos a hacer estas preguntas:
Sumate a la Academia Autodidacta! Si andás necesitando un empujoncito para conectar con la escritura de a poco, a tu ritmo, estás cansado de relegar tu escritura por falta de tiempo, o si querés ejercitar la práctica sin necesidad de formar parte de un grupo, la Academia Autodidacta puede ser eso que andás buscando. Este mes:
El Laboratorio de Ideas te trae una actividad para impulsarte a que saltes a la aventura de la escritura.
El Gimnasio de Ejercitación te trae cuatro consignas para trabajar la temática a través de un ensayo, un texto hilado, un relato de ficción y una propuesta de conexión con tu diario.
La Biblioteca te ofrece una lista de recomendaciones de libros de ficción, no ficción y poesía que exploran la temática.
Además, tenés acceso a más de 100 propuestas disponibles en nuestras instalaciones:
Podés ser un Visitante Curioso por solo £1 por mes o un Miembro Comprometido por £5.
En Borrador es un espacio abierto, pero tiene sus secciones exclusivas para aquellos que eligen apoyar económicamente este proyecto. Si disfrutás la lectura de mis newsletters abiertos y está en tus posibilidades invertir el valor mensual de un ebook, podés acceder a una membresía paga. Los ensayos que siguen a continuación son la muestra más reciente de lo que podés encontrar en las secciones exclusivas:
Carta de la editora
Como le pasó a Sofi, siempre me costó entenderme aventurera. Me gusta volver a casa más que irme de viaje, releo libros en lugar de acercarme a nuevas historias y la idea de encarar situaciones difíciles sin un plan detallado me abruma. Mi forma de soltar el control y dejar que la vida me sorprenda siempre fue la escritura. En las palabras encuentro un lugar donde usar la improvisación a mi favor, donde las aventuras me dan menos miedo.
A semanas de cumplir 32 años me encuentro siendo dueña de una vida simple, suave, cómoda y estable. Las cosas que me pasan son más trascendentales que las que viví a los 20, pero por momentos me encuentro vacía de aventuras. Ya no cruzo la ciudad en busca de un beso, ya no cruzo océanos para reinventarme. Es por eso que En Borrador viene siendo para mí un espacio preciado. Semana a semana me encuentro experimentando nuevos textos, con una voz menos confesional de aquella que tan cómoda me supo quedar. Me equivoco en todos los primeros pasos, pero me doy cuenta a tiempo y puedo corregirlo. Me lanzo a la búsqueda de esta nueva voz, este nuevo sentido a mis palabras, sin saber realmente adónde quiero llegar pero confiando en que en el camino encontraré las señales.
Uno escribe siempre para saciar un deseo interno, pero qué distinto se siente cuando alguien te sigue el rastro. A ustedes, compañeros en esta aventura, les doy las gracias.
Hasta el próximo mes,
Juana
Links Útiles
Todo Nuestro, Todo Suyo: talleres de Escritura, Mentorías Individuales, Recursos Gratuitos y más.
Catálogo completo de Todas Nuestras Palabras (2021-2024)
Comprá el libro de Juana, Tu amiga, la escritura (desde cualquier lugar del mundo!)
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